Es importante mencionar al menos
dos grandes fuentes conceptuales e incluso históricas de las raíces de la
pedagogía crítica. La primera nos remite
a la Teoría crítica, la misma que tiene doble significado. Por un lado, se refiere a la herencia del
trabajo teórico desarrollado por ciertos miembros de la emblemática “Escuela de
Frankfurt”, y por otro a la naturaleza de la crítica autoconsciente y a la
necesidad de desarrollar un discurso de transformación y emancipación social
que no se aferré dogmáticamente a sus propias suposiciones doctrinales. En otras palabras la Teoría Crítica se
refiere tanto a la escuela de pensamiento como al proceso de crítica. Además vale recalcar que no es posible señalar
una sola teoría crítica universalmente compartida, mas sí indicar el intento
común de evaluar las nuevas conformaciones del capitalismo que surgieron junto
con las formas cambiantes de dominación que les acompañaron. (Giroux, pág.
26) La segunda gran fuente nos remite al
trabajo explícitamente político-pedagógico de Paulo Freire en América Latina, del
cual cobra existencia su pensamiento en una pedagogía en la que el esfuerzo
totalizador de la praxis humana busca, en la interioridad de ésta, re-totalizarse
como práctica de la libertad. Pues es un
trabajo que parte de la realidad de su pueblo, de su continente, con categorías
epistemológicas contextuales, pero que reconocen que en una dinámica
estructural de injusticias y de dominación la pedagogía dominante es la de las
clases dominantes. Y ya que los métodos
de opresión no pueden servir contradictoriamente a la liberación de los
oprimidos, es necesaria una nueva pedagogía que conduzca hacia unos caminos de
liberación, en donde los oprimidos tengan condiciones de descubrirse y
conquistarse reflexivamente, como sujetos siempre en relación, pero
constructores de su propio destino. (Freire, Oprimido, pág. 6)
Posteriormente y asentadas en
estas dos fuentes de estudios y análisis emancipatorios han surgido diferentes
pedagogías críticas contextuales, preocupadas todas en el cómo producimos una
educación significativa a través de hacerla crítica, y cómo la hacemos crítica
para transformarla en emancipatoria.
Podríamos hablar de los aportes significativos de las pedagogías
críticas anglosajonas de Giroux, Apple, Willis, Maclaren, etc., así como de los
aporte de las pedagogías críticas desde el Sur con Gadotti, José de Souza
Silva, entre otros. Ahora bien, más allá
de las diferencias epistemológicas y contextuales que podríamos evidenciar
entre ellos, a manera de exordio enunciaremos en este trabajo algunos puntos en
común de las pedagogías críticas, los mismos que nos servirán de ejes temáticos
sobre los cuales tejeremos nuestro análisis.
Conocedores de las dificultades
que implica extrapolar las categorías del trabajo de la Escuela de Frankfurt hacia
los términos que dan forma y enriquecen a la teoría y la práctica educativa
radical, debido a su amplitud conceptual, como a sus falencias propias de
cualquier teoría, hemos seleccionado específicamente solo algunos términos que
sin ser aplicados a rajatabla, atraviesan la praxis educativa radical. Nos
estamos refiriendo concretamente a cinco ejes transversales, que beben tanto de
las fuentes de Frankfurt, como de la pedagogía Freiriana; crítica a la
racionalidad positivista, conocimiento radical, concepción crítica de la
teoría, reconstrucción crítica de la teoría de la cultura y, finalmente, al
análisis de la psicología profunda.
Entonces, la crítica a la
racionalidad positivista, la misma que desvela cómo esta última se inserta en
el ethos y en las prácticas de las
escuelas, es nuestro primer eje crítico transversal. El análisis crítico mediante su pensamiento
dialéctico reemplaza las formas positivistas de cuestionamiento social, yuxtaponiendo
el valor de la conciencia histórica, pues ésta enfatiza la interacción entre lo
social y lo personal, así como entre la historia y las experiencias privadas. Estamos
mencionando entonces que la lógica de lo predecible, verificable e individual
ha perdido su peso, y ha sido reemplazada por un pensamiento que estudia tanto
el pensamiento mismo, como el objeto del pensar, acentuando así la importancia
en lo relacional y en las miradas históricas de conjunto.
Como conocimiento radical, vamos
a denominar al segundo eje temático tomado de la teoría crítica, el mismo que forma
intrínsecamente parte del punto anterior, es decir, de la crítica del pensamiento
dialéctico al positivismo, por su cercanía y consecución epistemológica, pero
que lo hemos tratado por separado debido a nuestra intencionalidad pedagógica,
de mejor explicación y mayor énfasis.
Estamos diciendo en otras palabras que, el conocimiento radical es intrínsecamente
parte del pensamiento dialéctico, más bien una consecuencia ineludible del
mismo. Pues sería el conocimiento el que
instruiría a los oprimidos a cerca de su situación de grupo, de dominación y de
subordinación. Conocimiento que exige
además apropiarse de las dimensiones más progresistas de sus propias historias
culturales, y desarrollar así un discurso libre de distorsiones de su propia y
mutilada herencia cultural. Debemos tomar en cuenta que este conocimiento
radical va más allá de lo puramente racional, propio del positivismo, y
construye puentes de esperanza, entre una decodificación crítica de la historia
y una visión de futuro que llegue hasta aquellos depósitos de la humanidad, que resguardan los trascendentes
deseos de una sociedad nueva y de nuevas formas de relaciones sociales más
humanas.
El conocimiento radical tiene
implicaciones pedagógicas insondables, una de ellas es el concepto de
historia. Para Adorno y para otros
críticos ésta tiene un doble significado, completamente contrario a aquella
interpretación de la historia como patrón continuo que se sucede al ritmo de
los imperativos de las leyes naturales, y más bien es vista como un fenómeno
emergente que tiene final abierto, y además como principio esperanza. Es decir, en la primera bifurcación semántica
nos referimos a la historia como aquella que se va definiendo en las constantes
rupturas y tensiones que separan a los individuos y a las clases sociales de
los imperativos dominantes. (Giroux, pág. 60)
En la segunda bifurcación, la entendemos como principio esperanza, pues ésta puede ser usada por el
educador radical con el fin de "luchar en contra del espíritu de los
tiempos más que abrazarla para ver hacia atrás, usarla para ver hacia
adelante" (Buck-Morss, 1977). Además, desde esta perspectiva radical se
politiza la noción gnoseológica. Pues por
un lado se examina al conocimiento como una función social, es decir, como
legitimador de los principios sobre los que se asienta la sociedad existente, y
por otro lado, como revelador de imágenes escondidas, pues paradójicamente en
la praxis colonizadora se esconden intencionalidades emancipadoras, de
sociedades diferentes, de prácticas más radicales y de nuevas formas de
comprensión, así mismo, el conocimiento radical nos permite descubrir
intencionalidades opresoras en actos o símbolos aparénteme inofensivos y
neutrales.
Existen tres
elementos constitutivos a la noción de teoría desde la Escuela de Frankfurt. En primer lugar siempre que se habla de
teoría se debe tomar en cuenta la relación que existe en la sociedad, entre lo
particular y el todo. Así mismo, que en
la dinámica constante entre teoría y sociedad, existen mediaciones que dan
significado no sólo a la naturaleza constitutiva del hecho, sino también a la
propia naturaleza y sustancia del discurso teórico. (Giroux, pág. 37) De esta forma la historicidad performa con
igual intensidad, tanto a los hechos como a la interpretación discursiva de los
mismos.
Hemos de denominar
como metateoría al segundo elemento
constitutivo, lo cual quiere decir que la teoría debe ser capaz de reconocer
los intereses que ésta representa, y de reflexionar críticamente tanto en el
desarrollo histórico o génesis de tales intereses como en las limitaciones que
éstos pueden presentar dentro de ciertos contextos históricos y sociales. Así
debemos reconocer que por más que se intente mantener rigor metodológico y
neutralidad, nunca podremos evitar el error, ni evadir la pregunta de por qué
la teoría funciona de una forma bajo condiciones históricas específicas a favor
de unos y en contra de otros.
El tercer y último
elemento, nos habla a cerca del espíritu crítico que debe tener la teoría, es
decir, de su función desenmascarante a través de la crítica inmanente y el
pensamiento dialéctico, de los cuales detallamos a continuación. La crítica inmanente es el deseo de analizar
la realidad del objeto social respecto a sus posibilidades. Junto con Adorno diremos que la teoría debe
transformar los objetos que formula desde afuera hacia esos conceptos que el
objeto tiene en sí mismo, hacia lo que el objeto dejado a sí mismo busca ser, y
confrontarlo con lo que es. Debe disolver la rigidez del objeto temporal y espacialmente
fijado, hacia un campo de tensión entre lo posible y lo real. (Giroux, pág. 38)
Ahora bien, al hablar del pensamiento dialéctico es menester decir que éste se
inicia con la experiencia de que el ser humano y la naturaleza no somos libres,
vivimos en condiciones de alienación. El
pensamiento solo corresponde con la realidad en tanto que éste es capaz de
transformarla desde la comprensión de las estructuras de contradicción. Va más allá de la filosofía, ya que para la
dialéctica, el comprender lo que las cosas realmente son significa rechazar su
mera factualidad, y emprender procesos de cambios cualitativos tanto desde el
pensamiento como desde la acción. Su
función es la explosión, el caos del estado de las cosas establecidas, y del
sentido común que confiere una confianza siniestra en el poder y en el lenguaje
de los hechos fácticos.
Podemos concluir
este punto diciendo que, de acuerdo con la escuela de Frankfurt todo
pensamiento y toda teoría tienen detrás un interés específico. Las teorías
positivistas y neoliberales buscan una sociedad sin justicia, confiriendo
privilegios a los que están arriba, en el poder. Por nuestra parte la teoría se transforma en
una actividad transformadora, eminentemente política, y que se compromete con
las construcción de un futuro inacabado.
Por lo tanto, es una precondición para un mundo en libertad, pues la
teoría crítica abiertamente toma partido por el interés de luchar por un mundo
mejor. (Giroux, pág. 40)
Al hablar de cultura
desde la teoría crítica, nos estamos refiriendo al aspecto central del estudio
de la escuela de Frankfurt, el mismo que nos ofrece una amplia serie de
herramientas para entender la constitución de subjetividades, desde la relación
entre cultura y poder, dentro y fuera de la escuela. El valor del análisis de
los teóricos críticos reside en el desarrollo de una noción de cultura como
fuerza política, como un momento político poderoso en el proceso de dominación
o de liberación. Podríamos decir desde una postura crítica que entendemos a las
escuelas como agentes de reproducción cultural y social, donde las ideologías
dominantes son constituidas y mediadas, así como por otras formaciones
culturales específicas. El concepto de
cultura, desde esta visión, existe en una relación particular con la base
material de la sociedad. Al
problematizar tal interacción descubrimos la inmensa relación entre el
contenido cultural y los intereses de los grupos dominantes, así como en la
génesis sociohistórica del ethos y las prácticas culturales legitimantes y su
papel en las relaciones de dominación y resistencia. La labor del educador radical es analizar a
la escuela como un lugar cultural que contiene valores, historias y prácticas
políticas conflictivas, y así entenderla como una expresión de las
organizaciones más amplias de la sociedad.
De esta manera la pedagogía crítica entiende al poder como a un terreno
importante de análisis y de praxis de dominación y de resistencia. Desde ahí busca comenzar procesos
político-pedagógicos de lucha por condiciones que les darán a los agentes del
proceso educativo oportunidades reales para tener una existencia
autodirigida. Estudiantes con las
posibilidades de aprender habilidades, conocimientos y formas de
cuestionamiento que les permitirán examinar críticamente el papel de la
sociedad en la formación de sus subjetividades.
Analizar cómo ha funcionado esta sociedad para dar forma y frustrar sus
metas y aspiraciones o evitar que imaginen una vida fuera de la que actualmente
llevan. Lo importante es que sean
capaces de afrontar cómo la sociedad se ha incorporado ideológica y
materialmente en sus reglas y en su lógica de vida, para rechazarlas y
construir caminos alternos de resistencia y liberación. (Giroux, pág. 62-63)
Como premisa al entendimiento de
la psicología profunda de Frankfurt diremos que la justificación ideológica del
orden social también se ubica en la realidad material de las necesidades y de los
deseos que sostienen la inscripción de la historia. Es decir, el conglomerado de circunstancias
de dominación del orden social y de constantes injusticias, que se mantienen
aparentemente inmunes al paso del tiempo y a las dinámicas sociopolíticas, son
aquellas que se inscriben en el inconsciente de los individuos y de los
colectivos como supuestas realidades universales e invariables. Aquí se encuentra el aporte de la pedagogía
radical, pues apoyándose en la valiosa psicología profunda, descifra la manera
en la que penetran los mecanismos de dominación y las potencialidades de
liberación en las propias estructuras de la psique humana. El trabajo de Marcuse por ejemplo, crea
nuevas categorías que permiten a los maestros y a los demás agentes del proceso
educativo, ser conscientes de las maneras en las cuales ellos mismo forman
parte del sistema de reproducción y de dominación social y cultural,
especialmente mediante mensajes y valores constituidos por medio del currículum
oculto. Paulo Freire por su parte en la
pedagogía del oprimido, nos demuestra que una condición necesaria para el
proceso de liberación está en la capacidad de los oprimidos de percibirse a sí
mismos como albergues del opresor en su interior. Pues se les ha repetido tantas veces de su
“naturaleza” de mediocridad e ineficiencia que se lo han creído, pensando en su
interior como el opresor piensa de ellos.
En un momento de su experiencia existencial, ser ni siquiera es
parecerse al opresor, sino estar bajo él.
Equivale a depender. De ahí que
los oprimidos sean muchas veces dependientes emocionales. Es necesario entonces que los oprimidos tomen
conciencia de las razones de su estado de opresión, para que asuman posiciones
de lucha por su libertad. (Oprimido,
Freire, pág. 45) Ya que vemos que
convergen aquí lo personal y lo social, y que por lo tanto las condiciones
materiales, sociales y políticas también performan las psiques de los
individuos, reconfirmando sus carencias y dependencias psicológicas con lo
experimentado con su mundo exterior. Por
otro lado también es importante mencionar que la psicología profunda además
aporta a la cognitiva pedagogía crítica una sensibilidad particular hacia lo
sensual, erótico, lúdico e imaginativo, como dimensiones centrales de la
experiencia escolar, complementando así el entender pedagógico en su
historicidad, como capacidad para resistir y reconstruir desde categorías alternativas
una nueva historia.
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