“¿Qué es entonces la verdad? Un grupo de individuos
en constante movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en
resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han
sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y
retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes,
canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado
que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin
fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya
consideradas como monedas, sino como metal.”
(Nietzsche; 1994)
La
característica del siglo XIX no es la victoria de la ciencia, sino la victoria
del método científico sobre las ciencias. (Nietzsche; 1966) Sin embargo consideramos que como fruto de esta
dialéctica histórica, en la reflexión filosófica del conocimiento, se han
propiciado caminos de síntesis que nos acercan al conocimiento. De esta manera, en el presente ensayo
analizamos por un lado la corriente idealista; por otro la materialista; así
mismo el aporte de la dialéctica, y finalmente, concluimos valorando el aporte
actual de la crítica, que se expresa en el paradigma hermenéutico cualitativo
que hace posible la comprensión de los complejos procesos sociales. Cabe recalcar este crítico emerger ha sido
posible solo por el proceso histórico de interacciones dialécticas que
intentamos explicar a continuación.
Desde la antigüedad
surgieron estas corrientes filosóficas en tensión dialéctica que encuentran su
síntesis en el siglo XIX. Ahora bien,
los primeros representantes del Idealismo son los ilustres Platón y
Aristóteles. El primero afirma que los fenómenos son solo casos finitos de
formas definitivas, y que el Ser Humano solo puede conocer de forma absoluta
esos fenómenos finitos e imperfectos.
Aristóteles valora la observación, mas profundiza su estudio en las
operaciones intelectuales, como formas de acceder al conocimiento, y no en los
objetos observados. Creando para eso la
lógica formal, que desde la inducción o la deducción, se evidencia el énfasis
en el aspecto formal del razonamiento, es decir, en las categorías metafísicas
erigidas para dicho razonar. Ya en el
siglo XVIII la Filosofía se caracteriza por un predominio idealista, tal vez
como una reacción contra el desarrollo científico tan notable. Berkeley sostiene que la existencia de las
cosas consiste en ser percibidas por el entendimiento, en tanto que Kant, da un
paso hacia delante, y considera la existencia de categorías en la razón del
sujeto, las cuales tienen que relacionarse con el contenido, albergándolo, para
lograr así la síntesis del conocimiento. Lo anterior supone la experiencia directa y la
interacción sujeto-objeto.
Por otro lado el
Materialismo está representado genealógicamente por Tales de Mileto, Demócrito
y Epicuro. Este último señala que existe
la realidad objetiva fuera del individuo. Demócrito que el universo está
compuesto por átomos físicamente indivisibles.
Tales que el universo es gobernado por leyes de la naturaleza que pueden
ser descubiertas por el ser humano mediante la razón. Así podemos concluir que ese materialismo
establece una relación mecánica entre el sujeto y el objeto durante la
construcción del conocimiento. En una
segunda etapa de este materialismo, encontramos a Bacon (XV-XVI) y a Descartes
(XVII) -pilar del racionalismo moderno- .
El primero concede énfasis absoluto a la observación y a la
experimentación, y considera que los conceptos se forman a partir de los hechos
sensibles. Por otro lado Descartes
reacio a la lógica formal, debido al abuso de los escolásticos por el método
deductivo, pretendió probar la validez de la ciencia mediante el método
matemático. Además pretende generalizar
este método para la investigación, desde la construcción de una imagen mecánica
de la naturaleza.
Hablemos ahora a
cerca de la concepción dialéctica. Con
Hegel ésta tiene cimientos explícitamente dialécticos, pues propuso en relación
a las categorías del pensamiento, el desarrollo de las mismas, es decir,
considerar que las contradicciones del concepto son las que lo producen. Importante aportación para la comprensión del
proceso del conocimiento, que se presenta como la unidad del análisis y de la
síntesis. Por otro lado Marx toma del
pensamiento hegeliano la categoría de la dialéctica, pero se muestra crítico
ante su idealismo, de ahí que más bien la integra con su concepción
materialista, quitándole a esta última su carácter mecanicista. Junto con Engels, crea el materialismo
dialéctico, para el cual, el concepto se desarrolla superando las antagonías:
forma-contenido, teoría-práctica, objetivo-subjetivo. El materialismo dialéctico considera al
conocimiento como un hecho práctico, social e histórico. En esta teoría la praxis es preeminente
porque el conocimiento se produce en un mundo de objetos, que se encuentran en
relación con el ser humano, justamente gracias a la práctica, la cual es
intrínsecamente trasformadora del mundo.
En la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico hay un objeto
real, exterior, material que se relaciona con el sujeto humano activo, el mismo
que penetra al objeto, mediante la interacción de éste con él, del pensamiento
y la materia, del espíritu y la naturaleza, todos estos se presentan en una
lucha incesante por su unidad, afectándose mutuamente.
Durante el siglo XIX, Comte y el Positivismo
son los influjos epistemológicos más fuertes e influyentes desde ese lapso
hasta la actualidad global. El valor de
este autor y su teoría residen en que expresan el sentir de muchos científicos
y filósofos de su época y en que han sido políticamente convenientes para los
que más poder tienen y se encargaron de preconizar que se había alcanzado la
madurez de la humanidad a través de la madurez de las ciencias. Todo esto en la medida en que los análisis
considerados reales se han desprendido de la Teología, la metafísica y lo
no-racional. El estadio positivo de la
humanidad y de la sociedad es aquel en el que el hombre intenta, mediante la
observación y el razonamiento, percibir todas las relaciones necesarias entre
las cosas y explicar en absoluto los acontecimientos mediante la formulación “maquinística”
de las leyes. Pero nuestra conclusión no
apunta a quedarnos aterrados ante la inmensidad de esta tendencia en las investigaciones
científicas, incluso sociales, en la cultura, en la política, etc. Sino en reconocer el valor de las teorías críticas
y sus métodos hermenéutico-cualitativos desde diferentes praxis que comulgan en
la construcción de unas ciencias sociales nuevas, ciencias de la educación
radicales y constructos sociales de resistencia, hacia la consecución de un
mundo nuevo, capaz de reconocer sus límites y obstáculos epistemológicos como
principios de esperanza.
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