Triunfaron
las armas nacionales comandadas por García Moreno, quien tomó a su cargo la
defensa de la integridad territorial contra la invasión peruana secundada
traidoramente por el General Guillermo Franco. El día 24 de septiembre de 1860,
al culminar con la toma de Guayaquil, una de las más brillantes y notables
campañas de la historia ecuatoriana, que restauró la unidad nacional, la
independencia y el honor de la República.
A raíz de
aquella gloriosa gesta militar, García Moreno decretó el 26 de septiembre de
1860, el uso de la Bandera Tricolor como símbolo oficial y sagrado de la
patria, pues hechos de esta naturaleza deben vivir en la memoria de los
ecuatorianos, para mantener latente el fuego del patriotismo y los sentimientos
de unidad entre todas las regiones de la patria. Entonces el Congreso Nacional acuerda,
colocar a su nombre una placa conmemorativa del mismo hecho histórico en el
monumento que la gratitud del Ecuador erigirá a García Moreno en
Guayaquil. Además declara el 26 de
septiembre de cada año como Día de la bandera nacional, debiendo izarse
obligatoriamente ésta, tanto en los edificios públicos como en los
particulares.
Estimadas compañeras y compañeros, y todos quienes hacemos el país y la
Unidad Educativa:
El día de hoy conmemoramos un año más de una
gloriosa gesta patriótica, pero para la mayoría de nosotros, ya en la práctica,
es otro día más. Por esta razón, en este
momento no analizaremos lo importante de este día cívico, ni tampoco
compartiremos con ustedes una melancólica reflexión, de cómo deberíamos ser los
estudiantes de nuestra patria, o de qué es lo que deberíamos sentir, o del cómo
actuaban los estudiantes de nuestra Institución años atrás. Analizaremos más bien, algunos por qués de
nuestra actitud actual, y por lo tanto, de nuestra falta de memoria
histórica. Nos es inevitable hablar para
este fin, de la gran influencia de la Posmodernidad que absorbemos por los
poros en nuestras vidas, por lo cual explicaremos a breves rasgos este término:
La posmodernidad es un conjunto de nuevos
fenómenos sociales, culturales, políticos, religiosos, artísticos y
filosóficos, que nacen como un rechazo a los valores tradicionales en todos
estos ámbitos y en otros más, privilegiando lo momentáneo por sobre lo eterno,
lo diverso, subjetivo y plural por sobre lo reglamentado, objetivo y
tradicional. Entonces es momento de:
cuestionarnos en primer lugar si lo moral o tradicional es siempre lo más
correcto y humano, y de descubrir entonces que no siempre es así, y que muchas
veces es lo ético, es decir, la puesta en práctica de ciertos valores que hoy
en día sí responden a las nuevas y diversas realidades que vive la humanidad,
el camino para construir una cultura de paz y una humana sociedad.
No estamos diciendo que debemos dejarnos llevar
por la avalancha posmoderna y acoplarnos en todo, a lo que ella trae
consigo. Estamos diciendo más bien, que
debemos dejarnos cuestionar por ella, que mucho de bueno puede traernos, como
el gran valor que le asigna al individuo, a la vida y a la diversidad, pero
también debemos ser capaces de cuestionarla en la práctica y de ser críticos
con ella.
Démonos cuenta por ejemplo, que el patriotismo,
lo castrense, lo sagrado de los límites territoriales no son valores de la
actualidad, y como dijimos antes, son más bien rechazados por las culturas
actuales, y más por las juveniles. Claro
que esto tiene su gran valor también, puesto que lo patriótico y castrense ha
estado asociado siempre con la delimitación y expansión de territorios, con las
luchas sangrientas e injustas, donde el más fuerte ha pasado siempre por sobre
el más débil, e incluso la historia hegemónica, registra únicamente las proezas
desde el punto de vista de los vencedores, haciéndolos a éstos héroes, y a los
otros, a los vencidos, a los que injustamente han sido tratados, marginados,
raros y bárbaros. Incluso en los relatos se les ha relegado a un par de nombres
sin valor alguno, que nadie los recuerda.
Lo que queremos decir es que en nuestro inconsciente colectivo, con
influencias posmodernas, le somos
indiferentes o en otros casos contrarios explícitamente al patriotismo
tradicional y a todos sus símbolos, por que nos religan con tales atrocidades,
pero además porque a lo político le hemos asociado la politiquería, el robo, y
la imposición. De ahí que para nosotros
y para muchas culturas urbanas y juveniles de la actualidad, tenga tanta
primacía por sobre lo patriótico y partidista, lo ecológico y lo artístico, dos
nuevos valores de la sensibilidad posmoderna,
y que prefiramos ser ciudadanos del mundo, sin límites geográficos, a
ser los clásicos miembros del tradicional barrio de la ciudad.
Ahora bien, y como decíamos antes, también
debemos mostrarnos críticos ante la posmodernidad, tomar en cuenta por ejemplo,
que nuestro pueblo, como muchos otros, por influencias de ésta, ha perdido la
memoria de los hechos del pasado, y que por lo tanto, corremos el riesgo de
olvidarnos que ciertos caminos ya los transitamos antes. Caminos en los que ya nos robaron, en donde
ya está todo planificado para que los mismos de siempre vuelvan a ser
vencedores y nosotros los vencidos. Es
allí cuando debemos ser críticos en la
práctica decíamos, es decir, recurrir a las fuentes de información abundantes
de hoy, y sobre todo a nuestros ancianos y sabios de nuestras familias, y
escucharlos, valorar su conocimiento, su cosmovisión, y su manera cíclica de
pensar, pues la concepción del tiempo lineal europea solo es una estrategia
para provocarnos amnesia, y evitar así el recuerdo de lo que ya nos hicieron. Recordemos
entonces que SOLO UN PUEBLO QUE CONOCE SU PASADO, PUEDE CONSTRUIR SU HISTORIA
LIBRE EN EL PRESENTE, y así sabremos
romper las cadenas, pues sentimos correr por las venas del Gran Sucre su sangre
y valor.
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