El tema a simple vista suena bastante
contradictorio para unos, para otros polémico y como siempre, para otros suena
otro asunto insignificante. Con estas
realidades vamos a tratar de abordar esta ponencia. En primer lugar debemos reconocer que las
religiones han sido tanto causa de: altruistas y heroicas proezas liberadoras
de la humanidad, como de deplorables y deshumanizantes opresiones y
muertes. Incluso el día de hoy, en
aquellos lugares en donde no llega ni el Gobierno, ni ninguna entidad pública o
privada llegan las organizaciones solidarias, asistenciales de las distintas
confesiones religiosas, con sus adeptos dispuestas a dar hasta la vida por sus
hermanos y hermanas. Así también,
incluso entre las organizaciones más criminales del mundo están implicados
creyentes y líderes religiosos, que ocupan la fe y la religión como el opio
para mantener dormido al pueblo. Pero
aunque todo esto sea cierto, queremos aquí, en honor al tiempo, responder cuál
es el aporte y reto que las religiones pueden hacer hoy a la humanidad, para lo
cual recurriremos al análisis académico, filosófico, etimológico, entre otros.
Iniciemos reconociendo el valor anemnético de
la fe. Según Juan Bautista Metz, teólogo
fundador de la Teología Política, corriente precursora de la Teología de la
Liberación Latinoamericana, el valor que tiene ha tenido la fe a lo largo de la
historia es el recuerdo subversivo. Con
recuerdo subversivo nos referimos a la fuerza histórica que han tenido los
diferentes fundadores o personajes de la revelación de Dios en las diferentes
religiones. Si nos ponemos a pensar,
Jesús, Mahoma, Juan el Bautista, T’unupa,
hijo del dios supremo Wiraqucha (entre los Incas), Mao, Gandhi, etc, han sido personajes religiosos pero a la vez
políticos, que han desestabilizado el poder de los que han abusado con él de
los más débiles. Entonces, el recuerdo
de todos estos personajes y de los mártires dice Metz, es subversivo, pues si
ellos en condiciones mucho más adversas que las nuestras pudieron luchar por la
Vida y el amor confiando en Dios y en los otros, con muchas más razón nosotros
podemos luchar en contra de las injusticias y de los injustos, tomando las
fuerzas de la fe y del amor. Es este uno
de los aportes fundamentales que ha dado la fe y por ende las religiones a la
historia de la humanidad, y lo sigue dando, por supuesto que a aquellas mentes
que han decidido y podido escapar del condicionamiento y la opresión que las
mismas religiones han propiciado.
Así debemos decir que la palabra Fe, viene
del término latino fidei, cuyo
similar en griego es pistew, y significa creer algo que alguien nos dice,
pero es importante resaltar que, ese alguien tiene que ser una persona con
autoridad para el pueblo, por lo tanto debe ser alguien de confianza,
reconocido como tal por su gente. Ahora
bien, debemos resaltar que la fe es propia del ser humano, de todos, ya que no
podemos vivir sin ella. La fe es intrínsecamente humana, pues todos
los seres humanos debemos confiar a lo largo de nuestra vida en muchos “algos”
que nos dicen muchos “otros” seres humanos.
Debemos confiar por ejemplo, en la veracidad de: la receta que nos da un
doctor, del análisis del psicólogo, del conocimiento compartido por el maestro,
en la profesionalidad del taxista, del albañil, etc… Nadie puede vivir sin fe,
al menos debe confiar en alguien. Esta
experiencia es ya una realidad que nos vincula inevitablemente con una realidad
trascendente, es decir, con algo que va más allá del momento y del lugar físico
en el que nos encontramos. Pero además
debemos decir que, desde nuestro punto de vista antropológico, el ser humano
posee una dimensión espiritual como parte y necesidad básica de su humanidad, y
por lo tanto le es propia la trascendencia.
Queremos decir con esta dimensión que todos, lo queramos o no, seamos
conscientes o no, tenemos la necesidad de expresar nuestra natural vinculación con
el Otro (con mayúsculas), que puede ser entendido por unos como: el amor, la
fuerza creadora y unificadora del cosmos, como Dios, Jesús, Alá, YHVH,
Pachacamac, Pachamama, etc…, pero de una u otra forma necesitamos expresar esa
vinculación a lo largo de nuestra vida. Más
adelante explicaremos este asunto.
Ahora bien, si
todos somos de cierta forma hombres y mujeres de fe, como lo expresamos
anteriormente, y transcendentes por antonomasia, es decir que la trascendencia
nos es propia como seres humanos, entonces nos es propia la religación, o
religión también. Pues la palabra
religión viene de los términos religare y re-eligere.
El primero quiere decir vincular, religar. El segundo hace referencia a
volver a elegir. Aquí empata muy
bien el primero, es decir vincular o religar a los seres humanos entre sí, con
la Pacha Mama, Gaia, o con su trascendente inmensidad, complejidad y
belleza. Estamos hablando de una
religión natural, por decirlo así, pues todos creamos o no en Dios, somos parte
del complejo conjunto de inter-retro-relaciones generadoras y vinculadoras de
vida, amor y cooperación. Más allá de
nuestros credos o ausencia de ellos, todos estamos vinculado con todos y con
todo, hagamos lo que hagamos afectamos al universo, y somos afectados por cada
miembro de éste.
Ahora bien, podemos ya comenzar a hablar de religión,
luego de haber explicado que este concepto, aunque no es sinónimo de fe, está ubicado
muy de cerca con él. Hoy en día al conversar con mucha gente a cerca de las
religiones resulta varias veces insípido. Si bien es cierto, existe respeto
y tolerancia -más en los jóvenes-, pero el diálogo que sigue es muy
pobre. “Todas las religiones son lo mismo, nos llevan al mismo Dios pero
con nombres y formas distintas…” Esto hemos escuchado casi siempre entre los
“más abiertos y ecuménicos” y el diálogo termina ahí. ¿Será que este
discurso resulta a final de cuentas valioso, e incluso justo? Otra
postura algo común es la siguiente: “Yo creo en Dios pero no creo en ninguna
religión, porque los pastores, curas, monjas…” Entonces bien, vemos que
este fenómeno es parte de la influencia global ¿posmoderna?, inundada de
subjetivismo, relativismo, esoterismo, y no podemos dejar de mencionar el toque
de sincretismo del ambiente. Con lo que hemos dicho hasta ahora buscamos
abrir el panorama para despertar interrogantes y dudas entre los lectores, y
así generar conocimiento.
Recordemos que religión hace referencia a los términos religare y re-eligere.
Religare quiere decir vincular, religar. Re-eligere hace referencia a
volver a elegir. Hablemos ahora ya de la segunda connotación, es decir de
re-eligere, pues la religión estrictamente hablando requiere de una elección, y
de alguna forma de una doble elección. Es el ser humano quien elige ese
estilo de vinculación, pero también creemos que es Dios quien escoge al ser
humano. Lo anterior es intrínseco a las religiones, así como el hecho de contar
con un conjunto de rituales, ritos y símbolos, pero también el ser capaz
albergar a un grupo de personas, y justamente son ellos, los adeptos
religiosos, los que determinan si tales o cuales ritos, símbolos, acciones o
actitudes corresponden o no a la doctrina y práctica de esa religión.
El grupo de personas es el que juzga coherente a su
personal. Aquí encontramos mucha riqueza, y además un encuentro más real
con la trascendencia. Éste es uno de los grandes aportes de la fe y de
las religiones hoy, el compromiso, perseverancia y tolerancia que éstas generan
entre los miembros de su grupo. Valores
tan necesarios hoy, y que no se pueden aprender si no es en la práctica con los
otros. Porque es muy fácil tener una
religión o un Dios personal, porque así nadie nos cuestiona nada. Nadie critica
ninguna de nuestras actitudes, y por lo tanto podemos manipular a nuestro
antojo la imagen de dios que por el momento nos sirve (fetichismo).
Podemos realizar yoga, mantras, ejercicios zen, pero sin ser parte de ningún
grupo, porque queremos evitar cualquier tipo de compromiso real y nos
contentamos egoístamente en “encontrarle a dios para vivir en un ambiente de
paz y tranquilidad”. Si bien es cierto esto responde a la necesidad de
mística y espiritualidad propias del ser humano, que habíamos dicho antes, y
por lo tanto suscitar cierto encuentro con Dios, pero ¿realmente es esto válido
cuando el mundo de hoy requiere gente que se comprometa con el cambio?
¿Es válido evitar un compromiso con un grupo de personas porque sus
representantes cometen muchos errores premeditados? ¿Es válido vivir mi fe en
la soledad, porque no soy capaz de tolerar los pensamientos y sentimientos de
los otros?
Otro aporte claro que pueden hacer las religiones hoy es colaborar con su carga
trascendente para construir un proyecto de una ética mundial, como nos dirá el
famoso Filósofo y Teólogo Alemán Hans Küng. Es decir, dar cada una lo
mejor de sí, su gente, sus recursos, su solidaridad y mística para aportar
hacia un mundo más humano y solidario, en donde los dogmas y moralidades queden
a un lado, y la vida humana sea privilegia y defendida como se merece. Difícilmente podríamos hablar de
inculturación el día de hoy, pero sí de un compartir interreligioso. Dialogar
mutuamente para aportar lo mejor humana y espiritualmente para nuestro
mundo. Realmente a Dios lo podemos encontrar de mil formas, y de seguro
que las religiones son una de ellas, siempre y cuando ninguna se crea absoluta
o única, y si a la vez provocan una búsqueda que se genere un impacto positivo
en la realidad y en las personas concretas.
Hablemos también
de la sencillez y humildad, como dos valores que las religiones nos pueden
enseñar hoy, en un mundo en donde se privilegian otros valores, como la
competencia y el egoísmo. Ahora bien, experimentar a Dios no puede ser un momento
individual. Es un proceso, pues implica
tres pasos, el primero es darle un nombre o un concepto a Dios, el segundo es
reconocer que ese nombre no es Dios sino solo una imagen de él, y por lo tanto menos
de lo que Dios es, y, finalmente en el tercer paso, aunque reconocemos que es
necesario identificara Dios con imágenes hechas por nosotros, tomamos en cuenta
a la par que esa es la única manera de acercarnos humanamente desde nuestras
limitaciones a Dios. De esta forma nos
percatamos de nuestra gran capacidad de universo, pero también de nuestras
grandes limitaciones, y así enseñamos el valor de la sencillez al reconocer que
por más sabios y grandes que seamos no podemos llegar nunca a la verdad
absoluta, y que es mejor escuchar con humildad otros puntos de vista, que creer
que el nuestro es el único y mejor.
Finalmente mencionaremos otros valiosos
aportes que los que tenemos fe, podríamos hacer a la humanidad, y ese es
nuestra capacidad de mirar más allá lo material y de reconocer más razones
válidas que la racionalidad, que lo empírico y lo comprobable con leyes y
teorías científicas, para entender el Universo.
Nos es propio, o por lo menos, nos debería ser propio reconocernos parte
de un planeta y de un Universo vivos, (la ecología) que siguen en expansión, creciendo en tantas
dimensiones y realidades que nos es imposible comprenderlo solo como una
máquina prediseñada para cumplir cuatro funciones básicas, y valorar más bien,
como una de nuestras principales misiones, las diferentes maneras de
vincularnos, religarnos con las realidades, mediante experiencias espirituales
y afectivas, como el amor, la ternura, la solidaridad, la cooperación, etc. Por lo tanto estamos valorando también la
interculturalidad, en donde Dios no solo se manifiesta a una única etnia o
cultura, sino que se hace presente en el diálogo entre hermanos de diferentes
culturas y etnias. Además valoramos los
diferentes saberes, pues reconocemos que no son absolutas entonces, ni la
racionalidad y ciencias occidentales, y son igual de valiosas las experiencias,
ritos y reflexiones de los incas, montubios, mayas, tutsis, zen, etc.
Como conclusión podríamos decir que más que
una exigencia a vivir o a ser parte de una religión, el aporte es una
invitación a vivir todos los seres humanos en religación mutua, con la Tierra y
con la Trascendencia, en donde valoremos la dimensión femenina del mundo y de
cada ser humano. La dimensión femenina
es nuestra capacidad de apertura y acogida a lo diverso, más necesitado de
solidaridad y diferente, y que por lo tanto nos enseña a vivir en comunidad,
con los valores de tolerancia, respeto, compromiso político y social, a valorar
lo ritual y los sentimientos que brotan de cada corazón de los seres humanos y
de cada rincón del Planeta, pues somos intrínsecamente hermanas y hermanos,
vinculados, y parte de la vida misma que es un gran rito de amor y cooperación.
Gracias
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