“Una ciudadanía planetaria es en
esencia una ciudadanía integral, por lo tanto, una ciudadanía activa y plena no
solamente en los derechos sociales, políticos, culturales e institucionales,
pero también económico-financieros.” (Gadotti)
Criticar
desde la educación el modelo globalizador, considerado por los neoliberales
como la única y absoluta opción hacia la cual seguir caminando inevitablemente,
ha sido el gran aporte de los debates suscitados por la pedagogía crítica,
especialmente en torno a los temas de ciudadanía y derechos humanos. El presente estudio además de reconocer estas
contribuciones, busca problematizar de qué forma las mismas, pueden aportar
dialécticamente al paradigma alternativo del Buen Vivir.
Iniciamos nuestro análisis teórico presentando
sucintamente una síntesis de la pedagogía crítica, tanto histórica como
epistemológicamente. De esta forma
pretendemos sentar bases sólidas de una categoría transversal en nuestro
estudio. En segundo lugar mostramos los
debates propiciados por la pedagogía crítica en torno a los temas de ciudadanía
y derechos humanos. La pedagogía crítica busca desde dichas problematizaciones,
dar a entender la dimensión política de
la educación, donde su mensaje liberador propugna la toma de conciencia del sujeto de la raíz de la cual nace su
condición de oprimido. Finalmente, y como preludio a lo que esperamos sea
nuestra contribución con este estudio, presentamos algunas ideas relevantes en
torno al aporte del paradigma alternativo del Buen Vivir a la humanidad y al
proceso planetario mismo.
Para hablar de pedagogía crítica, creemos
necesario mencionar primero los antecedentes epistemológicos, es decir, los
trabajos de los teóricos de la escuela de Frankfurt; Horkheimer, Marcuse,
Adorno, Habermas, entre otros. Quienes
en su análisis, sostienen que la profundidad y extensión de la dominación
podían ser abiertas a la modificación y transformación sólo a través de la
comprensión dialéctica entre el individuo y la sociedad. Entonces se analiza la ideología de
dominación presente detrás de los conceptos de neutralidad y apoliticidad en la
ciencia y técnica positivistas. La
cultura está impregnada de procesos específicos que envuelven relaciones
antagónicas vividas entre diferentes grupos socioeconómicos con desigual acceso
a los medios de poder y a una resultante desigual habilidad de producir,
distribuir y legitimar sus principios compartidos y sus experiencias. De esta
manera la pedagogía crítica aborda la escuela, como parte de la cultura, y junto
con los estudios de Althusser entiende la vida en las escuelas como parte del
aparato ideológico del estado, capaz de reproducir la ideología dominante en la
sociedad a través de los estudiantes. El
segundo punto es la relación entre el currículum oculto y el control
social. La pedagogía crítica analiza
este aspecto de manera contraria a la educación tradicional que le da primacía
a la formulación de objetivos en lugar de reconocer que todo aquello que
transmite y acompaña al conocimiento, dentro de las escuelas y la cultura, en
sus distintas formas, reproduce los intereses de clase, las jerarquías, y
permite el control social. Para esto se
apoya la pedagogía crítica en los trabajos de Foucault, pues las relaciones de
poder se reproducen incluso mediante la infraestructura, y los mecanismos de
control implícitos de cada cultura. En
tercer lugar nos referimos a la relación entre socialización y reproducción de
clase, género y desigualdades sociales, que es ignorada debido a la
preocupación por encontrar formas de enseñar un conocimiento que en gran parte
es predefinido y que, por lo tanto, se cierra al conocimiento necesario para la sociedad, la
escuela o sitio social inscrito en relaciones de poder específicas. Concluimos parafraseando a Marcuse, para quien
la tesis central de la pedagogía crítica, no es un análisis pesimista de la
sociedad y sus múltiples relaciones, sino el estudio necesario de las mismas
para poder generar un cambio y construir procesos alternativos de humanidad (Giroux,
2004) .
Aquella concepción educativa que entiende a
las escuelas como instituciones neutrales diseñadas para suministrar a los
estudiantes el conocimiento y las habilidades que necesitan para desempeñarse
exitosamente en la sociedad, permitió que la estructura y la ideología de la
sociedad dominante sean interpretadas aproblemáticamente, incluso sin
cuestionar la gran relación existente entre las escuelas y el orden industrial
u otras relaciones más obvias como entre escuela y ciudad. Es ineludible reconocer que la escuela no
está de ninguna forma aislada, es parte de universos más grandes, y en este
caso, siguiendo a Freire diremos que la misma ciudad es educadora, por lo tanto
de ésta depende la escuela. (Freire, Paulo, Política y Educación, Siglo XXI,
2000, pág. 19.) No podemos dejar de reconocer que si bien es cierto que la
escuela depende de las construcciones sociales y políticas de la ciudad, esta
última también depende del accionar de los agentes político-educativos de la
escuela. Justamente allí esta la
esperanza, de una educación crítica, que busca resistir y construir nuevas
ciudadanías mentales, políticas e incluso físicas.
El concepto de ciudadanía es un término de creación moderna por el
cual se reconoce a un individuo en su relación con la colectividad y con las
obligaciones que el estado tiene con el individuo como los deberes para con el
estado, Ansión et. al.(2007) citando a Siniezo
López (1997), “La ciudadanía implica un sentido de pertenencia y membrecía a
una determinada comunidad política entre cuyos miembros se establecen
relaciones de interdependencia, responsabilidad, solidaridad y lealtad” (p.
51). Bajo la ingenuidad del concepto moderno de ciudadanía, se ha caído e
interpretado este concepto como chovinismo, es decir un patriotismo patológico
que ha llevado a la humanidad al odio del otro, al punto de llegar a crear una
tecnología demasiado sofisticada al servicio del genocidio, tal es el caso de
las últimas guerras mundiales. Hoy se trata de rediseñar en el concepto de
ciudadanía, acercándonos a una conciencia planetaria en donde el objetivo sea
la apropiación del otro, porque he sido educado con otro, por el otro; la ciudadanía
consiste en disponerse a ser receptivo a las vicisitudes de los otros, ya no
solamente es mi realidad lo que a mí me afecta sino el bienestar colectivo de
los que vivimos en este planeta.
Según Michel Apple (1999), las escuelas democráticas como la democracia
misma no se producen por casualidad. Se
derivan de intentos explícitos de los educadores de poner en vigor las
disposiciones y oportunidades que darán vida a la democracia. Explicaremos lo anterior desde dos puntos de
vista: el primero es la creación de estructuras y procesos democráticos dentro
de las escuelas. El otro es la creación
democrática de un currículum que aporte experiencias de ciudadanía. En el primer caso se elabora una crítica que
fundamenta la participación ciudadana democrática en la escuela por parte de
todos los agentes del proceso educativo, no limitando la participación
ciudadana a la representatividad de uno o dos estudiantes en las decisiones ya
tomadas por parte de los directivos. Así
mismo se analiza la poca democracia existente en las políticas educativas
tomadas por parte de los gobiernos, incluso
en torno a temas de reflexión democrática. La educación ciudadana y crítica debe ser
democrática en todos los niveles del sistema educativo, para poder estar a la
altura de las relaciones de poder contra las que se resiste. Así damos paso al segundo tópico, el de los
curricula ocultos, que se refiere a aquellos contenidos y sobre todo a aquellas
formas y estructuras que dentro del aula de clase, o de la misma escuela, que
reproducen aquellos esquemas de acuerdo a los intereses de poder de aquellos
que los organizan y tienen mayor poder.
La educación en derechos humanos se vuelve una educación política
por cuanto el sujeto toma conciencia de la raíz de la cual nace su condición de
oprimido. La educación en derechos humanos hace que la persona no solo se llene
de conocimientos sino también reconozca la relación existente entre el proceso
del aprendizaje y el uso social del conocimiento. Así en el marco de la pedagogía crítica esta
educación se preocupa por los vulnerados a causa de la reproducción de la
injusticias sociales propiciada por el sistema de producción sostenida en la
idea de progreso; de esta manera el objetivo de la educación en el marco de la
pedagogía crítica se centra en observar las estructuras de poder que se generan
dentro y fuera del sistema educativo. El educador crítico en derechos humanos,
nos dice el autor en mención, debe ser capaz de entender y analizar cómo el
componente de poder de la educación funciona e interactúa con el currículo,
puesto que el diseño curricular muchas en la mayoría de los casos responde a
los requerimientos de los grupos de poder de la sociedad y por lo tanto se ven
alterados y vulnerados en la mayoría de los casos los derechos humanos. Para
Magendzo (2005) el centro de esta reflexión y práctica consiste en que las
personas elijan cómo y qué aprender y esto se da gracias a que posee
perspectivas críticas, pero sería una
ingenuidad hacer únicamente una crítica de los sistemas de dominación abierta o
encubierta, lo importante también está
en comprender los subyacentes conceptuales que la originan y orientan. Un
último punto que queremos mencionar es que la educación en derechos humanos en
el marco de la pedagogía crítica invita a no olvidar la historia especialmente
aquella asociada las vivencia de los derechos humanos como las luchas sociales
por la reivindicación de los mismos y el campo ganado en lo referente a
declaraciones, tratados e instituciones encargadas de velar por ellos. Magendzo
(2005)
Entendemos el buen vivir como “.. un proceso en construcción y
reconstrucción que encierra procesos histórico-sociales de pueblos marginados
históricamente.” Además, se presenta como una alternativa al modelo hegemónico
del desarrollo, que cuestiona críticamente los fundamentos de una cultura
global depredadora tanto epistemológicamente como en la praxis. El buen vivir
surge como una propuesta crítica desde la periferia, tanto geográfica,
como política y “académicamente, pues aquellos que desde la larga noche
colonial fueron exiliados de lo que ancestralmente fue suyo, son los que
escuchan el clamor de sus hermanas y hermanos, el de la Pacha mama, y se
interesan ahora por resistir con firmeza a la vorágine
globalizadora-capitalista. Las bases del
desarrollo son cuestionadas incluso, cuando
la razón instrumental –logos occidental- , ha dejado de ser entendida
como la fuente absoluta y única para acceder al conocimiento, cuando se ha
criticado al positivismo y a su supuesta objetividad y neutralidad
científico-política, cuando hemos entendido que los privilegios que nos concede
la técnica no son democratizados en igualdad de oportunidades para todos los
ciudadanos del mundo, sino que todo lo anterior está intencionalmente
organizado para mantener el poder y finalmente los recursos entre las
estructuras que a lo largo de la historia albergaron solamente a los que están
arriba. “El sumak kawsay aparece anclado
en el legado histórico de los pueblos andinos, en sus prácticas cotidianas, en
su sabiduría práctica. Se nutre de los
aprendizajes, de las experiencias y de los conocimientos de las comunidades
indígenas”, que como dijimos anteriormente, fueron relegadas, consideradas de
menor valor, solamente folklóricas, pero que hoy, en sus procesos de
resistencia, se siguen construyendo y reconstruyendo para proponernos caminos
hacia nuevos proceso planetarios, reconociendo que su sabiduría tiene un vasto
valor, que les ha permitido mantener equilibrios holísticos y solidarios,
generadores de vida, y de comunidad, mientras que el dualismo occidental ha
carecido de todo esto, con todas sus pretensiones de validez racionales (Acosta, 2012) .
Podríamos
concluir diciendo que tanto la pedagogía crítica, en los temas que abordamos:
ciudadanía y derechos humanos, como el paradigma Sumak Kawsay, convergen
dialécticamente en varios puntos importantes.
Por un lado, ambos se presentan como una crítica al sistema global
neoliberal-capitalista. Por otro lado, ambos
reconocen que las estructuras positivistas, racionalistas, cientificistas que
se reproducen culturalmente en la sociedad y en la escuela pertenecientes a
este paradigma, tienen grandes limitantes, por las dicotomías y exclusiones que
ellas ocasionan. Entonces bien, tanto a la
pedagogía crítica, como al buen vivir, además de importarles la crítica a todo
este modelo deficiente, proponen caminos de salida alternativos, más humanos y
solidarios, coperativos, tiernos, holísticos y de acogida hacia los más
débiles. Eh ahí su más importante
relación para el tema que nos compete en esta investigación, y es justamente
hacia allá, por donde queremos caminar contribuir con la problematización
teórica sobre la convergencia entre estos dos temas de crítica y aporte
alternativos.
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