El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso -una bomba hace
más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias
que construyen la vida. Diría mi madre: Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno,
serían buenos aunque sea por negocio.
(Facundo
Cabral)
Considero que
éstas son palabras de esperanza, y que más allá del toque cómico que tienen,
nos muestran que aún hay razones para seguir luchando, que no todo está
perdido, o que mejor dicho, lo que se ha perdido es muy poco. Probablemente algunos piensen que tanto el
fallecido Facundo Cabral como yo estamos equivocados, y que la gente buena, así
como las cosas buenas que pasan son muy pocas.
Esta visión negativa del mundo se debe seguramente al ataque de los
medios de comunicación, que resaltan “las bombas” que ya de por sí causan ruido
y destrucción, por sobre las incontable y melódicas caricias constructoras de
un mundo humano y solidario, llamado Reinado de Dios, que ya está presente entre
nosotros, irrumpiendo cada día más, pero que aún le hace falta realizarse por
completo con el aporte de cada caricia nuestra.
Hablaremos
entonces de la Vida, de lo que probablemente no hablan los Medios de
comunicación, porque no les da ningún rédito económico como contar un desliz de
algún sacerdote aquí o allá. Hablaremos de la resurrección, de la que seguimos
celebrando hoy, de la nueva Vida de Jesús, y en Él la de todas y todos
nosotros. Hablamos del hombre que le dio sentido a su vida siendo el anuncio
viviente de la Esperanza, de la justicia y del amor, en definitiva del Reino de
Dios. Hemos escuchado que Jesús dio su
vida por nosotros, pero a veces nos hemos olvidado que esto no fue solamente en el momento de la
cruz, sino en el día a día, en cada caricia, en cada gesto de amor y de
compasión hacia los excluidos, alejados, especialmente hacia los que no tenían
reconocimiento ni valor alguno en aquella adultocéntrica y patriarcal sociedad:
los niños, las mujeres, los extranjeros y los enfermos, etc. Más importante aún es reconocer que lo
anterior no fue solo un grupo de buenas acciones, o de actos de piedad, sino un
conjunto de expresiones de resistencia y de revolución ante el sistema, porque Jesús
viola e incita a violar lo establecido si esto va en contra de la vida digna. Había la prohibición explícita de acercarse a
los leprosos, a los extranjeros, o a las mujeres, porque supuestamente Dios lo
quería así. La ley ha sido hecha para el
servicio del ser humano, mas no el ser humano para ser esclavo de la ley. El mensaje de Jesús, no es ni piadoso, ni
tibio, sino radical; “No piensen que he venido a
traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a
enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su
suegra.” (Mateo
10,34-11.1) Obviamente el objetivo no es causar conflicto
porque sí, sino defender la justicia, la ética, y la vida de los más pequeños,
aunque esto ocasione dificultades y problemas.
El
mensaje de Jesús es radical por tres razones principales, y por las que creo
que todas y todos estamos llamados a caminar hacia esa radicalidad: La primera, porque sus palabras no son como
las de los sabios de la religión de su época, es decir, Jesús sí cumplía con lo
que decía. De ahí que su radicalidad y
fidelidad al mensaje revolucionario del Reino le permitió sostenerse junto a
los pobres y excluidos y por lo tanto en contra de los ricos, poderosos e
injustos de la política y de la religión, aunque éstos lo maten para callarlo y
controlar al pueblo. Recordemos el
relato de la Liturgia del Domingo de Ramos, en el que el pueblo le proclama su
Rey. De ninguna manera es éste un hecho
aislado y exclusivamente religioso, es un acontecimiento político, en el que
los Anawin o los pobres de YHVH, expresan mediante muchos símbolos de su
época, que su máxima autoridad no es ni el Sumo Sacerdote judío, ni el
Emperador Romano, sino aquel que con su coherencia, radicalidad, ternura y
compasión les ha devuelto la dignidad de seres humanos y más importante aún, la
de hijos e hijas predilectas de Dios. Así queremos decir que Jesús se mantiene
firme, junto a su pueblo, incluso en Jerusalén, donde está el centro del poder
político y religioso. No huye, y aunque
lo matan, sigue afirmando que Dios no está de acuerdo con las leyes injustas de
los religiosos de su época, ni con la opresión del poder del César. Hubiese sido fácil para él huir, hacerse a un
lado, quedarse callado ante las injusticias de los judíos y de los romanos, o
simplemente nunca ingresar a Jerusalén identificándose como un caudillo de su
pueblo, sino quedarse tranquilo en Galilea, mientras a los pobres y a los
débiles los siguen agrediendo sin que siquiera éstos se den cuenta. En últimas,
el pueblo ya estaba acostumbrado a sufrir.
Aquí quiero recalcar que erróneamente dicen por ahí, que a Jesús el
mismo pueblo que lo proclama rey lo traiciona y lo mata. Esto no es verdad. Jon Sobrino, Teólogo de la liberación, ve en
el relato de Lucas en el que el pueblo pobre, luego de la crucifixión de Jesús,
baja dándose golpes de pecho, expresión de dolor, de quien ha reconocido su
impotencia ante una injusticia cometida, el signo de desacuerdo del pueblo
sencillo con la decisión impuesta por parte de los poderosos, quienes maquinaron
en la oscuridad y en el desconcierto de las vísperas de la pascua judía, la
muerte del que les incomodaba con la verdad.
En
segundo lugar, Jesús es un hombre radical porque es un crítico que les enseña a
los más débiles y despreciados a reconocer que su situación no es así por un
golpe de suerte, o de mala suerte, ni porque Dios lo quiera así, sino porque
los hombres poderosos, machistas, excluyentes y fanáticos lo querían así,
porque les convenía. Entonces les enseña
que la situación no tiene que ser así para siempre, y que ellos, junto a él,
pueden luchar para que esto deje de ser así.
De tal manera que su lucha por medio de las parábolas, sus armas de
combate hacia los fariseos, se llevaron a cabo delante del pueblo. Porque su objetivo era desacreditar a los
Fariseos y enseñarle al pueblo que mientras los religiosos exigen y oprimen, mirándoles
hasta la paja más pequeña en sus ojos, éstos no son capaces de mirar ni las
vigas gigantes que tienen en los suyos. Así
cuando cura a los leprosos o a la mujer hemorroisa, lo hace en público,
diciendo que sus pecados les son perdonados, es decir que Dios está de acuerdo
en que ellos regresen al pueblo que siempre fue suyo, del cual les desterraron
los dueños del dinero, del poder y de la religión, mas no su Dios que es su
Padre y su Madre por siempre.
Finalmente
es un hombre radical porque construye junto a su pueblo la esperanza. El Reino ya está entre nosotros… El
Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para llevar libertad a los
cautivos, vista a los ciegos, fortaleza y libertad a los oprimidos. ¿Quién es mi Madre y mis Hermanos, sino los
que cumplen la voluntad de mi Padre?
Dejen que los niños vengan a mí.
Tengan fe como un grano de mostaza, que aunque es el más pequeño, crece
entre los más grandes. Incluso después
de su muerte en cruz, la cual solo se aplicaba a los rebeldes contra el sistema
Romano, y no a los simples ladrones o agitadores, nos enseña que con su Nueva
Vida Dios se ha rebelado. Que el Padre
se ha cansado que siempre ganen los poderosos, atropellando a los más pequeños
y débiles. Por eso decide Resucitarlo, y
con Él y en Él, a todos los asesinados y oprimidos de la historia, que han
luchado por un mundo mejor, El Reino de Dios.
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