“…
explotados sin misericordia por los grandes millonarios de la provincia,
quienes después de vender sus cosechas se largan a Quito o a Guayaquil, o a las
grandes ciudades de América o de Europa, a malgastar el dinero exprimido de ese
miserable estropajo, que es el indio de Chimborazo…”
Monseñor Leonidas Proaño
En el presente artículo buscamos destacar la dimensión
simbólica de Leonidas Proaño. Por otro
lado, queremos expresar de alguna manera nuestra reciprocidad a su trascendente
aporte, lo cual es una tarea extremadamente compleja, pues no se trata de un
personaje del museo místico o dogmático de la Iglesia Católica, a los que se
les rinde tributo con la facilidad de los rituales muertos, vacíos de sentido, individualistas,
rebosantes de pompa y de majestuosidad, que resultan incoherentes con el Evangelio
y con la comunidad. En el caso del “Taita Obispo” es mucho más complejo,
pues se trata de un hombre de otro talante, que nos interpela e impele a ser
coherentes con la radicalidad de su vida.
Decimos que Proaño es un símbolo, pues siendo fieles a la
etimología, symbállein o symbállesthai, es un proceso complejo
que significa re-unir las realidades diferentes, congregarlas, y hacer
converger diversas fuerzas en un haz. (Leonardo Boff, 2000; págs., 11-12). Además, es menester decir que en torno a lo
simbólico ha estado históricamente asociado lo trascendente, lo cual también es
pertinente destacar en este caso.
Ahora bien, las dimensiones que convergen en torno al símbolo
Leonidas Proaño son radicales e interrelacionadas entre sí; las teorías
políticas marxistas, la Educación Popular Latinoamericana y la Teología de la
Liberación. A cerca de la primera
dimensión, su lucha giró de manera explícita en torno a la reivindicación de
los derechos de los indígenas, como la organización política de sus comunidades
y de su propia legislación, además en torno a su apoyo a la reforma agraria,
incluso en terrenos de la misma Iglesia, y sobre todo en torno a las denuncias constantes frente a las
injusticias económicas y sociales de las que los empobrecidos eran
víctimas. La segunda dimensión se
asienta en su propuesta pedagógica radical, la misma que tiene dos escalones,
los trabajos de Educación Popular en boga en esos momentos en América Latina, y
su aporte propio en torno a la interculturalidad. Síntesis de este punto anterior fueron las Escuelas
Radiofónicas Populares, las mismas que tenían su sistematización y que
posteriormente se extendieron a otras comunidades indígenas fuera de la
provincia del Chimborazo, y que fueron también bandera de lucha política para
devolverle su voz al pueblo indígena. La
tercera dimensión, la de la Teología de la Liberación, es también compleja,
pues no solamente detectamos influjos de ésta en Leonidas, sino que con mucha
fuerza, percibimos también el aporte de él en ella, ya que como miembro del
Consejo Episcopal Latinoamericano fue el alma de la conferencia de Medellín,
documento esencial para el análisis posterior de la Teología de Latinoamericana
más radical.
Finalmente podríamos decir que Leonidas, como un verdadero
símbolo, es significante para nuestra realidad actual, y en concordancia con
las tradiciones radicales que convergen en torno a él, sigue cuestionándonos
hoy, he ahí su trascendencia. Por lo
tanto, este símbolo hoy nos interpela políticamente como país, más allá de apasionamientos,
invitándonos a pensar si las prácticas extractivistas-neoliberales y de muerte,
con toda su carga depredadora, pueden ser en verdad medios capaces de generar
solidaridad, justicia, y “Buen Vivir”, cuando pasan por sobre la vida de las
comunidades en aislamiento voluntario.
Además nos cuestiona en el tema educativo, el cual
indiscutiblemente tiene ciertas mejorías, pero en el que permanecen la
exclusión, y el aislamiento de los saberes ancestrales y por lo tanto de las
comunidades poseedoras de los mismos. La
legislación actual, LOEI, es intercultural en nomenclatura, pero en la práctica
siguen siendo los grupos de las minorías étnicas los únicos que respetan y
valoran los conocimientos de las otras culturas, mientras su aporte no está
presente en ninguna de las destrezas con criterio de desempeño presentadas a
los estudiantes, entre otros ámbitos, se siguen evidenciando procesos de
homogenización cultural a través de la imposición de los libros del gobierno, que
son uniformes para todos los contextos.
Finalmente nos siguen retumbando las palabras de Proaño a quienes nos
identificamos con Jesús Liberador, pues seguimos creyendo que “la Iglesia debe estar del lado del pueblo,
ya no más del lado de quienes han oprimido al pueblo, han contribuido a que
este hombre sea disminuido en su ser de
hombre…” (Grabación, Monseñor Proaño, un Obrero de Paz)
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