sábado, 28 de mayo de 2011

Educar es otra cosa

Luego de una larga reflexión, y crítica de un documento que nos ha conmovido más que la razón, pues también las entrañas, hemos dejado como fruto el siguiente ensayo.  El cual no pretende ser una síntesis del documento leído; Educar es otra cosa, de José Luis Corzo, en el que se explique la Autocrítica, la Pedagogía y la Didáctica, mas sí busca ser una crítica de los puntos considerados centrales en cada uno de estos tres capítulos.  La primera crítica que realizaremos gira en torno al tema de la educación como Instrumento, correspondiente a nuestro parecer, al tema sintetizador del Capítulo1.  En segundo lugar abordaremos críticamente el tema del Interés de los jóvenes por una educación en la realidad histórica; pues no se puede educar en nuestros días sin hacerlo en el conflicto histórico en el que estamos, sabiendo que la Historia no es el pasado, sino pasarlo por el corazón –recordalo-. Finalmente, y correspondiente a la síntesis del Capítulo 3, expondremos críticamente la posición Freiriana en torno al tema: dar la palabra a los pobres.

                ¡Que la educación no sirve para nada!  El autor, en este documento está muy lejos de querer presentar el tema de la Educación como carente de sentido, aunque aparente dicho título.  Si la educación es auténtica, tiene que no servir para nada.[1]  Está realizando una analogía entre la Educación y las cosas buenas y bien hechas de la vida, pues éstas causan placer; la amistad, el encuentro, la unión, el amor, la tranquilidad, etc.  Queremos decir con José Luis Corzo que la educación es un fin en sí mismo, al ser un proceso continuo, holístico e intrínseco al ser humano y a la sociabilidad.  Instrumentalizarla en primer lugar sería una falacia, pues la educación, como ya lo hemos dicho de otras formas, desborda incluso a esta pretención.  En segundo lugar, si lograríamos instrumentalizarla en algún aspecto, podríamos decir que sería un intento de manipulación.  Pues de esta manera estaríamos buscando ejercer poder sobre la libertad de Educarse de los otros en su interacción.  De ahí la crítica a los planes macro estructurales de educación estatales.  Pues si bien es cierto, su acierto indiscutible ha sido garantizar a todos una buena escuela gratuita, pero su despropósito, supeditarla a los fines políticos.[2]  Nos estamos refiriendo a los intereses y objetivos económicos del mercado laboral.  Desde ahí sí podríamos decir que es preferible que la educación sea libre y no útil para el sistema.[3]  Ahora bien, quisiéramos acotar, al referirnos a la escuela como órgano de la educación formal, pues podríamos decir que no siempre ha pretendido las mismas cosas, no solamente por razones políticas e ideológicas, sino especialmente por razones históricas.  La educación no puede ser instrumentalizada, aunque haya pretenciones históricas, pero la escuela muchas veces sí lo ha sido, y actualmente lo es, y no estamos hablando de España u otros países, estamos hablando de nuestro momento histórico y geográfico actual.
                               
La escuela no es sinónimo de educación, eso queremos dejar claro, por lo tanto, no puede pretender ésta asumir todos los roles que implican la educación; en primer lugar porque no es factible, y luego, porque ésta no es su función.  Pero sí es su función, como ha sido a lo largo de la historia, responder a la realidad.  Obviamente ahí, la escuela, está siendo parte del proceso educativo, aunque sea desbordada por él.  Ahora bien, responder a la realidad significa dejar algunos fundamentos cognitivos, afectivos, axiológicos, espirituales sólidos.  No podemos aducir para librarnos de esta labor de la escuela, la falta de interés de los jóvenes.  Obviamente y ésta podría estar presente en más de una ocasión, pero es cierto que muchas de las veces lo que pretendemos enseñar, no va acorde con lo que requieren saber en la sociedad del conocimiento.  Para datos y conceptos tienen más herramientas que nosotros en el acceso al conocimiento.  Nuestra labor es más bien adentrarnos en su lenguaje, para desde allí acceder a sus dudas y vacíos que requieren ser orientados críticamente.  Además no podemos olvidarnos de la memoria, y no nos estamos refiriendo aquí al memorismo que antes bombardeaba a “la enseñanza”.  Nos estamos dirigiendo al tema de la realidad.  Nuestra realidad requiere ser pasada por el corazón, recordada, para desde allí, inspirar a las nuevas generaciones y a las actuales a luchar, mediante el conocimiento y otros medios, por lo que lucharon quienes nos sucedieron.  No podemos olvidarnos que cientos de miles, derramaron sus vidas, para que nuestra realidad sea mejor, y aún ésta no es lo suficiente.  Por lo tanto, inspirados en su combate y resistencia, estamos llamados hoy a educar en la memoria liberadora que nos mueve por un mundo mejor.  Otro aspecto de la educación en la realidad, es el aspecto social.  Desde el cual la verdad no es el resultado de un argumento, sino la realización de una esperanza contra la opresión, la mentira, y el abuso.  Pues hasta la verdad de la ciencia está por realizarse en quien todavía, a su pesar, no es capaz de dar de cenar a sus hijos todos los días.[4]

Dar la palabra a los pobres, no es cederles el turno, ni mucho menos, enseñarles nuestra lengua, sino insistir en que lo digan ellos.  Ésta es la postura de José Luis, pero personalmente creo que aunque epistemológicamente sea válida, ya en la praxis, no es así.  Pues, al educarnos juntos, resagos de nuestra cultura entrará en diálogo con los de los últimos, los excluidos, los oprimidos.  Y obviamente sería ideal, que hablen ellos, y aunque logremos descentrar nuestro punto de vista para asumir el suyo, también ellos se descentrarán y asumirán el nuestro.  Muchos aunque digan otras cosas, pragmáticamente se ubican en una pedagogía pobre para los pobres.  No tienen las suficientes herramientas profesionales, para darles la palabra, su propia palabra.  Incluso piensan que como ellos no tienen nada, no les corresponde nada, y por lo tanto cualquier cosa vale para ellos, mientras crean que esto es un acto de bondad.  Ahora bien, es importante asumir el reto de darles en verdad nuestra palabra de que no les vamos a fallar.  Es decir, hacernos a ellos, a su favor, no para tapar errores, sino para ubicarnos del lado en el cual sea más necesaria nuestra ayuda.[5]  De ahí que esto implica luchar por leyes y prácticas de compensación hacia ellos en el sistema educativo.  No podemos, fingir que todo está bien, que la igualdad de posiblidades, en nuestra historicidad es real. Debemos reconocer que hay diferencias, pero sobre todo deficiencias e injusticias.  Por lo que compensarlos no significaría hacerles un favor, sino ser real equitativos, realistas y justos.




[1] Corzo, José Luis, Educar es otra cosa, Editorial Popular, Madrid, s/a, pág 49
[2] Idem.
[3] Cfr., Ibid, pág 50.
[4] Ibid., pág 73.
[5] Ibid., pág 128.