domingo, 30 de octubre de 2011

Real-virtual, espacios de flujo-tiempo atemporal, espacio-tiempo


                Hoy en día tratar de acercarnos teóricamente al tema “La era de la información” consideramos que es  enriquecedor, tomando en cuenta las realidades distintas que tenemos que afrontar todos en torno a este nuevo eje. En el presente ensayo miramos estas realidades desde la magnífica conceptualización presente en el libro de Manuel Castells, con el fin de presentar un análisis crítico de los posibles efectos de las nuevas realidades sociales-globales para las juventudes.  En primer lugar abordamos el aspecto de lo virtual y lo real.  Luego analizamos la problemática de los espacios de flujos, de tiempo atemporal, y la relación determinante existente entre espacio y tiempo.  Finalmente concluimos expresando a nuestro parecer las posibles influencias de todo lo abordado en los “jóvenes”.

                Sabemos que todas las culturas están hechas de procesos de comunicación, y que todas las formas de comunicación se basan en la producción y el consumo de signos.  Así pues, no hay separación entre realidad y representación simbólica.  Analizar los conceptos de Virtual y Real nos puede servir para aclarar lo que deseamos expresar: Por un lado Virtual: que es tal en la práctica,  aunque no estrictamente en nombre de. Y por otro Real: que tiene existencia verdadera.  La realidad, tal como se experimenta, siempre se percibe a través de símbolos que formulan la práctica con algún significado que se escapa de su estricta definición semántica.  Es decir, siempre percibimos la realidad solo por medio de la idea (virtual) que nos hacemos de ella, con influencias de la sociedad y de nuestra estructura psicológica.

                Debemos iniciar definiendo, desde la teoría social, el espacio siempre en relación a las prácticas sociales y a su especificidad histórica.  De ahí decimos que es el soporte material de las prácticas sociales que comparten el tiempo.  También debemos acotar que la articulación material de esta simultaneidad es la que otorga sentido al espacio frente a la sociedad.  La cual –la sociedad- está construida en torno a flujos de capital, de información, de tecnología, etc.  Los flujos, son la expresión de los procesos que dominan nuestra vida: económica, política y simbólica, mas no solo un elemento de la organización social.  Ahora bien, el espacio de flujos es la organización material de las prácticas sociales, en tiempo compartido, que funcionan a través de los flujos.  Agregamos además que el espacio de flujos tiene tres capas: 1.- El circuito de impulsos electrónicos, que corresponde a la infraestructura tecnológica que soporta la red de flujos.  2.- Sus modos y sus ejes: basada en la red electrónica que está conectada a lugares específicos, los cuales tienes características y funciones bien determinadas, que conecta al nodo-localidad a la red, y que no permite que estas localidades puedan existir por sí mismas en esa red.  3.- Organización social de las élites gestoras dominantes, es decir, que la articulación de las élites y la correspondiente segmentación de las masas, representan el dominio social en nuestras sociedades. Pues vemos que mientras las élites son cosmopolitas, la gente es local.

                En la nueva era de la comunicación podemos presenciar en directo la creación de la historia, siempre que se estime lo bastante interesante por los controladores de la información.  La atemporalidad del hipertexto de los multimedia es una característica decisiva de nuestra cultura.  Por un lado podemos hablar de la cultura de lo eterno, porque la influencia llega a toda la secuencia de las expresiones culturales, y a la vez de lo efímero, porque cada secuenciación depende del contexto y objetivo por los que se solicita una construcción social determinada.    Apoyándonos de Libniz decimos que el tiempo es el orden de la sucesión de las cosas así que, sin cosas, no habría tiempo.  Pero también decimos entonces que el tiempo atemporal se da cuando las características de un contexto determinado provocan una perturbación sistémica en el orden secuencial de fenómenos realizados en ese contexto.

                Podemos concluir que la realidad que vivimos, de alguna manera como todas las de la historia, es virtual, y que a la vez existe una correspondencia nunca antes vista entre la realidad virtual digital y la realidad virtual presencial.  Lo cual seguro influye y afecta en todos y también en los jóvenes en la manera de relacionarse con los otros.  Lo cual, de ninguna manera nos puede llevar a concluir que, las nuevas maneras de relacionarnos provocadas por la realidad-virtual-digital son siempre más efímeras, pues también hemos evidenciado el fenómeno contrario, donde luego del encuentro digital ha llegado el presencial, y durante todo el proceso se ha podido vivir un compromiso y profundidas crecientes.  También podemos decir que, el tiempo atemporal es al espacio de flujo; como la disciplina temporal, el tiempo biológico y la secuenciación determinada son a los “lugares” de todo el mundo.  Pues la gran mayoría de las personas son segregadas de estas realidades globales, por lo que su concepción y experiencia de espacio y tiempo no serán tan halagüeñas como para las élites.  Y aquí las juventudes, al ser grupos sociales tan diversos, pero a la vez tan desprotegidos y heridos por el sistema son los más afectados en el proceso de segregación, estigmatización, necesarios para la viviencia de tiempos atemporales y espacios de flujos.

martes, 11 de octubre de 2011

Juventudes, relaciones de poder, crisis del Estado, violencias júveniles


FACULTAD LATIONAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
MONOGRAFÍA FINAL
INTRODUCCIÓN

                El presente trabajo es la monografía final del curso: Jóvenes, cultura, política y conflicto llevado a cabo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Ecuador.   Está estructurado como un ensayo, con cuatro ideas que se desarrollan a lo largo del mismo y una  conclusión, como síntesis del mismo.  La primera idea que abordamos se refiere al concepto de juventud o mejor dicho, de juventudes, pues creemos que la condición juvenil ha sufrido variaciones fundamentales en el tiempo y en lo social, y que por lo tanto hoy existe una variedad de acotaciones y rangos temporales a partir de las cuales se destaca la condición juvenil en diferentes países, dependiendo de su avance económico y otra infinidad de heterogéneos factores[1].  La segunda idea se refiere a las relaciones de poder presentes en la liminalidad entre jóvenes y viejos.  “Lo que yo quiero señalar es que la juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos.”[2]   La idea tercera aborda la problemática de la crisis que consiste en la destitución del Estado Nación como práctica dominante, como modalidad espontánea de organización de los pueblos, como paninstitución donadora de sentido, como entidad autónoma y soberana con capacidad de organizar una población en un territorio.[3]  La cuarta y última idea que desarrollamos en este ensayo gira en torno a una aproximación crítica y cuestionadora de los postulados que cimenta la opinión pública dominante respecto a los vínculos entre jóvenes y violencia, mostrando sus inconsistencias, en el presente trabajo avanzamos un conjunto de reflexiones conceptuales tendientes a mostrar a las pandillas juveniles como objeto de una doble violencia estatal.[4] Así comprendemos que las distintas variables presentes en las realidades juveniles muestran la mayor vulnerabilidad de los jóvenes.

JUVENTUDES

                No podemos hablar de jóvenes en abstracto y en general.  La condición juvenil es bastante relativa dependiendo de los contextos históricos y socioculturales.  La juventud es una construcción sociocultural históricamente definida, aunque se ha avanzado poco en la delimitación de sus rasgos significantes y muchas se piensa lo juvenil fuera de su contexto social y relacional.  Debemos mencionar que en el panorama global definido por la inequidad y la heterogeneidad no es factible esencializar, para posteriormente definir a todos desde la tendencia homogeneizante de la globalización.  A continuación analizaremos unos cuantos aspectos que nos llevan a preferir el uso del término juventudes por sobre el de jóvenes.
                Desde la perspectiva del tiempo social trataremos de definir parte de la realidad de heterogeneidad y de desigualdad en los procesos históricos.  En primer lugar mencionaremos la idea desarrollada por Marx cuando destaca que en ciertos periodos de la historia el tiempo se comprime; como en los procesos revolucionarios o en los fenómenos que impulsan transformaciones aceleradas.  En segundo lugar mencionaremos la teoría desarrollada por Hawking, la de la relatividad, que elimina el concepto de un tiempo absoluto, sino que cada individuo posee su propia medida personal del tiempo, medida que depende de dónde está y de cómo se mueve, como en el caso de los gemelos.  Uno de ellos se va a vivir a la cima d una montaña, mientras que el otro se va al nivel del mar.  El primero envejecerá más rápido que el segundo.  La diferencia sería más grande si uno de los gemelos se fuera de viaje en una nave espacial a una velocidad cercana a la de la luz.  De esta manera podríamos decir que el tiempo también es una experiencia individual, pues no es homogéneo ni absoluto, y además ocurre por condiciones de vida desiguales, que se traducen en distintas formas de envejecimiento.
                Vemos que la realidad educativa formal actual no educa en la vida.  Tal parece que los grandes problemas y asuntos que inciden en la vida de niños y jóvenes no son asunto de las aulas.    Nos estamos refiriendo a los medios masivos de comunicación, las drogas, el narcotráfico, las bandas y pandillas juveniles.  Todos estos “asuntos de chicos”, la gran mayoría de las veces no pasan por la escuela.  Se les educa para la vida como si la vida estuviera en otra parte e iniciara cuando ellos terminen sus procesos de educación formal.  Vale mencionar que no vemos factible que todos estos asuntos sean solucionados y abordados principalmente por la escuela.  Es un asunto ciertamente educativo, pero de procesos mucho más amplios como lo son los de sociabilización.  Pero aún así creemos con Benjamín que vale impulsar un cultura de la juventud apoyada en la escuela, por lo que la reforma escolar debía ser principalmente un movimiento cultural popular.
                Ciertamente vale la pena abordar la realidad actual desde contextos globales, los cuales han sido posibles gracias a la tecnologización de la sociedad en la comunicación y transporte casi inmediatos.   Como resultado de lo anterior, se generan procesos identitarios de transterritorialización y desterritorialización, los que no pueden opacar de ninguna manera los procesos de reterritorialización, ni la presencia de identidades asentadas sobre contextos específicos, los cuales dan forma, es decir encarnan, las realidades globales en cada sitio determinado.
Frente a todo esto, no podemos dejar de mencionar la vulnerabilidad en la que se ven sumidos los jóvenes.  Pues la paradoja capitalista, en la que el mercado presenta a los jóvenes como el paradigma de éxito social, por lo que se les considera como sujetos -casi objetos- para el consumo, cuando en realidad son los que menos oportunidades tienen de acceder a la democratización del conocimiento y a las modas, crea frustraciones e inequidades entre las expectativas creadas y los accesos reales que encuentran los jóvenes.  Además de verse estigmatizados son víctimas de la violencia excluyente de las estructuras que crean desasosiego e intranquilidad, frente a la falta de sostén y de estabilidad sociales.  Claro está que mientras más abajo de la escala social se encuentren los jóvenes más vulnerables están en esta realidad que está siendo.
Con toda esta diversidad de factores y paradojas, nos es imposible creer que podamos utilizar un mismo término para designar a un constructo cultural tan heterogéneo.  Creemos que estamos hablando de un concepto que varía según la historicidad de tiempos, espacios, y factores socioeconómicos distintos y sobre todo específicos.   Por eso preferimos usar el término, juventudes, mediante el cual, tratamos de incluir a las diversidades.

LUCHAS DE PODER

Las relaciones entre la edad social y la edad biológica son muy complejas.  Pero creemos importante mencionar que marcar los límites entre grupos como jóvenes o viejos, no es una “tarea inocente”.  Expresa de forma y de fondo relaciones y luchas de poder.   Son términos que al ser pronunciados están cargados de intencionalidad e intereses específicos.  Al igual que a los viejos les conviene enviar a los jóvenes a la juventud, a los jóvenes les conviene enviar a los viejos a la vejez.   Es una lucha por el poder, de ahí que a lo largo de los años se han ido incrementando los requisitos para ser profesionales e incluidos en el mundo laboral.  A los que detentan el poder, no les conviene luchar con nuevos pares, por lo que denominarlos y mandarlos a vivir su juventud –término considerado desde esta perspectiva para los que aún no trabajan y se “preparan para ser el futuro”- es mucho más fácil. 
Los viejos especialmente de la clase obrera están en contra de los cambios justamente porque tienen el porvenir detrás de ellos, mientras que los jóvenes se definen como los que tienen porvenir, los que definen el porvenir.  Esto podríamos explicarlo por la gran diferencia existente en las posibilidades a las que ellos tenían acceso a sus 20 años, que no se comparan para nada con la que los jóvenes de hoy tienen accesos.  Lo que para los actuales es normal, representó para los antiguos una lucha de toda la vida, y a pesar de esto, en muchos casos ni siquiera eso poseen hoy.
El Antiguo Sistema escolar producía menos desajustes que el actual, con sus trayectorias complicadas, que hacen que la gente tenga aspiraciones que no corresponden a sus posibilidades reales.  Pues hay dos realidades bastante complejas.  La primera corresponde a aquellos que de los estratos bajos acceden ahora a los niveles educativos que antes solo accedían los de estratos altos, lo cual crea aspiraciones que nunca se cumplen, ya que siguen a pesar de todo no teniendo acceso al mundo laboral que creían merecer con los títulos alcanzados.  Pues la estructura laboral no está capacitada para recibirlos, siguen teniendo acceso a esta estructura solamente los mismos.  Otra realidad corresponde a la desvalorización de los títulos, pues la inflación genera que estos tengan menos valor, por la gran cantidad de gente que ahora tiene acceso a ellos, y también por la clase de gente que ahora los obtiene, pues es considerada con poco valor social.
La rebelión es confusa –cuestionamiento del trabajo, la escuela, etc- es global, pone en tela de juicio a todo el sistema escolar y se opone de manera absoluta a lo que era la experiencia del fracaso en el sistema tal como era antes (la experiencia no ha desaparecido por ello, claro; no hay más que escuchar entrevistas: “No me gustaba el francés, no me sentía a gusto en la escuela…”).  Lo que está dando a través de formas más o menos anómicas, anárquicas, de rebelión, no es lo que se suele entender por politización, es decir, lo que los aparatos políticos están preparados para percibir y reforzar.
Es cierto que, más allá de todas las diferencias de clase, los jóvenes tienen intereses colectivos de generación la desilusión que sí es relativamente común a toda la generación.   Porque, independientemente del efecto de discriminación anti-jóvenes, por el simple hecho de haberse encontrado con estados diferentes del sistema escolar siempre obtendrán menos por sus títulos que lo que hubiera obtenido la generación anterior.  Hay una descalificación estructural de la generación.  Sin duda esto es importante para comprender la pérdida del sentido sobre los límites de edad, los límites entre las edades, donde está en juego la transmisión del poder y de los privilegios entre las generaciones.

DESAPARICIÓN DE LAS METAINSTITUCIONES

Parece bastante necesario recurrir a la historia para luego tratar de explicar esta situación de la generación de nuevas modalidades identitarias.  Pues sobre todo bajo la forma contemporánea de la sociedad salarial, fue como se resolvió, al menos temporalmente, el dilema de cómo crear un vínculo capaz de asegurar la cohesión social y la autonomía individual.  A esto último lo llamamos individuación positiva.  Lo cual no duró mucho, pues en los años 70 este sistema entró en crisis.  Obviamente los asalariados no estaban en igualdad de condiciones, lo cual generó pronto la individuación negativa.  Estamos hablando de la pérdida de garantías sociales, de aspiraciones y de acogida en las estructuras de la sociedad. Podríamos decir que el peso que exige esta individuación negativa crea una insatisfacción identitaria, que se convierte en el problema central del individuo moderno.  La individuación negativa y su correspondiente exclusión y presión ante los sujetos, ponen de manifiesto también cómo la postergación de la responsabilidad ilimitada del individuo puede reducir su capacidad de acción y derivar en impotencia  psíquica (malestar, estrés, depresión). Así, dependencia y depresión son las dos caras de la moneda del "individuo soberano". 
                Las metainstituciones y sus herramientas de significación ya no significan nada.  Suena bastante cruel, pues aquí caben no solo el estado, sino otras estructuras como la Iglesia, y la familia, entre otras, pero es real.  Sus instituciones por lo tanto (las del estado) encargadas de reproducir subjetividades, no pueden cumplir con dicho cometido.  Pues el Estado como metainstitución ya no es el regulador absoluto del significado y por lo tanto tampoco de los sujetos.  El mercado es ahora quien regula todo esto, pero no de la misma forma.  Es importante decir que no estamos hablando de un simple paso de regulación absoluta del estado hacia la regulación absoluta del mercado.  Estamos más bien refiriéndonos a un dominio del mercado en el cual no existe integración alguna.  El mercado no articula  ni le interesa articular sentidos, ni coherencias entre instituciones, discursos y personas, sobre las cuales tiene el dominio, ni sobre la identidad de sus individuos.  Lo que le interesa es expandir redes mediante sus nodos, por los cuales impera la desregularización y el caos –como contrarios al cosmos-.  Así cerramos diciendo que las subjetividades se disparan, por lo cual estamos llamados a fijar reglamentaciones contextuales, que nos permitan vivir y habitar por lo menos con algunos mínimos, como menciona Adela Cortina con su libro Ética Mínima.

CÍRCULOS DE VIOLENCIA

                Es muy fácil continuar la estigmatización mediante la cual los jóvenes de las clases populares terminan siendo los monstros y los malos de la película.  Cuando en realidad nos damos cuenta que no es todo así de sencillo.  Hay algunos expertos en reproducir estos círculos de dolor, como los Gang Talkers, “quienes ocupan espacios discursivos muy diferentes que los que espacios en los que se viven  las realidades pandilleras…”[5], y que por lo tanto tratan de mantener el poder mediante sus discursos.
                En realidad el centro de este asunto gira en torno a los círculos de violencia, en los que vemos que los jóvenes no son principalmente victimarios, sin querer eximirlos de responsabilidad, sino que también son víctimas, del sistema violento de exclusión y marginación.  Vale además referirnos a la responsabilidad grupal.  Por ejemplo es difícil distinguir qué tan culpable es un miembro de una pandilla que recibe una orden y la ejecuta, tomando en cuenta todas las presiones que están sobre él; fidelidad al grupo, valentía, hombría, respeto, sobrevivencia, etc.  Además si tomamos en cuenta la verticalidad de la estructura pandilleril, es muy difícil rehusar a una orden, así como en las situaciones de los militares juzgados por genocidios. 
Si nos referimos a la responsabilidad social, nos  percatamos que las heridas, atropellos y exclusiones vividas por los miembros de estas organizaciones, que en sus inicios no pretenden ser delincuenciales, sino solidarias, son bastante grandes y fuertes.  De alguna manera toda la sociedad estamos forzando a que los jóvenes de las clases bajas con todas estas problemáticas, traten de compensar el respeto y reconocimiento que nunca tuvieron y que lo envidiaron.  ¿No es igual de vandálica o peor, la exclusión cruel que viven millones de jóvenes en el mundo, por parte del sistema y de los individuos?
Las políticas de “mano dura” en América Latina no solo han fracasado en la reducción de la violencia social, sino que además la han empeorado.  Un medio para sostener la necesidad del empleo de estas políticas es la generación del pánico moral.  Para explicar el pánico moral nos valdremos de Islas quien dice se refiere como los “discursos que magnifican los riesgos, promoviendo una sensación exagerada de ansiedad y temor en la población, que produce una demanda, o al menos consensos, en torno a políticas represivas y' restrictivas de las libertades.”  Hablar de mano dura significa permitir el riesgo casi inminente de la represión exagerada de la policía sobre la sociedad y en este caso sobre los jóvenes.  Además de crear una conciencia poco crítica en la sociedad, con el deseo de tapar de esta manera la ineficacia del estado y de sus instancias encargadas de dramatizar las leyes y normas que este las impone.  Nuevamente nos remitimos al ejemplo de Islas es su artículo Heridas Urbanas, cuando hace referencia al invento producido por el pánico moral del Loco de la ruta.  Se trata de un mito urbano que atribuía a un psicópata los asesinatos en serie de algunas mujeres, en su gran mayoría prostitutas, que eran cercenadas en pedazos.  Cuando en realidad era la policía la que exigía “impuestos” para permitirles trabajar y/o protegerlas en sus actividades.  Lo cual representa una muestra de la fragmentación del aparato estatal, en este caso de Argentina, pero que se experimenta también en países como el nuestro. Vale decir que no siempre el pánico moral se genera a propósito, sino que podría suscitarse debido a la sensación de inseguridad social, por parte de muchos grupos de personas.
                Creemos que la estigmatización es otra causante de las violencias juveniles y que incluso tiene relación muy cercana con el tema antes desarrollado.  Considerar y relacionar grupos de jóvenes “no normales”, o pobres, con pandillas, naciones, maras, y todo lo anterior, sin discriminación alguna, a su vez, con delincuencia y asesinatos, es en realidad una herida social. Lo peor de todo esto es que la gran mayoría de las veces depende únicamente del aspecto, ropa, accesorios, estilos, etc.  Obviamente esto crea en los jóvenes vestidos de una u otra forma, o agrupados con distintos objetivos, indignación y dolor, que va a ser canalizado como último recurso, a veces frecuente, por medio de actos de violencia.  También nos serviremos de Gofman para explicar que la estigmatización es una de “las condiciones más prolíficas para abrazar la llamada carrera profesional de la desviación”.  Pues “muchos sujetos juveniles no les queda otra posibilidad que actuar realmente como delincuentes, para que de este modo reciban –aunque parezca absurdo- el reconocimiento interno al grupo de pares, o externo por parte de los demás.”
                Cerbino se refiere a la misma causante con dos términos distintos, pero en documentos diferentes; envidia, búsqueda de respeto.  La idea central se relaciona con la invisibilización o falta de reconocimiento mínimo en la sociedad.  Personas que no se sienten efectivamente ni reconocidas, ni respetadas según los parámetros tradicionales, de igualdad de condiciones; al agruparse en organizaciones buscan ganarse el respeto y reconocimiento, por cualquier medio.  Es una compensación exagerada ciertamente, pero con igual certeza debemos decir que la opción del diálogo no es posible ni dentro de la organización juvenil, así como no lo es en la sociedad. Aquí diremos que las representaciones juveniles no son más que el espejo de las realidades que está viviendo la sociedad, con algo menos de discreción.  Al sentirse no visto busca ser visto y reconocido con un lugar y una posición para poder jugar un papel en cualquiera de los ámbitos sociales y relacionales con los otros.
                La falta de garantías sociales dentro del estado de bienestar crea también desequilibrios, emocionales, sociales, nacionales, etc.  Por un lado el mercado nos plantea el capital como la panacea de las realidades sociales, con lo cual se nos viene un cargamento de condicionamientos y exigencias jamás alcanzadas por la gran mayoría de los individuos, y por otro la realidad que estamos viviendo es cada vez más insegura y fragmentarizada.  También se relaciona este tema con el anterior, pues se crea una cierta “envidia” al sentirse discriminado, excluido de la realidad.  Pues la envidia podría crear en el sujeto, en este caso, juvenil, la representación de un complot del otro contra él.  Un complot de desconocimiento y de trama malévola o burlesca hacia su persona.
Podríamos concluir este apartado diciendo; primero, que no es fácil definir los roles de víctimas y victimarios, de buenos y de malos.  Un ejemplo de ello son los tatuajes en el rostro de los miembros de las maras centroamericanas, pues son estos símbolos de la violencia ejercida sobre los tatuados.  No solo es una señal de la violencia que ellos ejercen, sino sobre todo de lo que la sociedad les hiere a ellos día a día, gesto tras gesto, obligándoles a vivir condiciones extremas, y nada humanas.  Y finalmente diremos con Balandier que: la violencia es vista como inherente a toda existencia colectiva, pues “es el resultado del movimiento de las fuerzas por las cuales dicha existencia se compone y que ella engendra, depende de la dinámica de lo vivo, por la cual orden y desorden son inseparables.

CONCLUSIÓN

                Hemos trazado un camino en el que nos hemos dado cuenta que al abordar el tema de las juventudes necesitamos abordar imperativamente a la sociedad en general.  Pues las juventudes no son realidades aparte, desarraigadas de sus contextos y problemáticas, más bien todo lo contrario.  Creemos que las realidades juveniles no son más que un espejo de lo que en la sociedad se está viviendo.  Heterogeneidad, exclusión, violencias, inequidad, son realidades sociales que se manifiestan con cierta exageración, debido a que los jóvenes son más vulnerables a todas estos fenómenos, justamente porque estos mismos fenómenos con ellos son más crueles.  Pues los ponen de paradigma, a propósito de su poca  capacidad de inserción en el sistema laboral.  Sabemos que todo esto le conviene a las leyes del mercado liberal y capitalista, que con la caída de las metainstituciones hace de las suyas, dejando desprotegidos a los que aún no tienen cabida, y que probablemente nunca la tendrán.


[1] Cfr., Valenzuela, José Manuel, EL FUTURO YA FUE – SOCIOANTROPOLOGÍA DE L@S JÓVENES EN LA MODERNIDAD, El Colegio de la Frontera, Norte Casa Juan Pablos, México, 2009, pág. 11.
[2] Bourdieu, Pierre, LA JUVENTUD NO ES MÁS QUE UNA PALABRA, México, 2002, págs. 163-13
[3] Grupo doce, DEL FRAGMENTO A LA SITUACIÓN, Grupo doce, Buenos Aires, 2001, pág. 5
[4] Cerbino, Mauro, MÁS ALLÁ DE LAS PANDILLAS: VIOLENCIAS, JUVENTUDES Y RESISTENCIAS EN EL MUNDO GLOBALIZADO I, FLACSO, 2011, pág. 47
[5] Hallsworth, Simon, en Op. Cit., Cerbino, Mauro., pág 27.  La traducción es mía.