domingo, 1 de septiembre de 2013

Sigue siendo un símbolo. Leonidas Proaño



 “… explotados sin misericordia por los grandes millonarios de la provincia, quienes después de vender sus cosechas se largan a Quito o a Guayaquil, o a las grandes ciudades de América o de Europa, a malgastar el dinero exprimido de ese miserable estropajo, que es el indio de Chimborazo…”
Monseñor Leonidas Proaño

En el presente artículo buscamos destacar la dimensión simbólica de Leonidas Proaño.  Por otro lado, queremos expresar de alguna manera nuestra reciprocidad a su trascendente aporte, lo cual es una tarea extremadamente compleja, pues no se trata de un personaje del museo místico o dogmático de la Iglesia Católica, a los que se les rinde tributo con la facilidad de los rituales muertos, vacíos de sentido, individualistas, rebosantes de pompa y de majestuosidad, que resultan incoherentes con el Evangelio y con la comunidad.  En el caso del “Taita Obispo” es mucho más complejo, pues se trata de un hombre de otro talante, que nos interpela e impele a ser coherentes con la radicalidad de su vida.

Decimos que Proaño es un símbolo, pues siendo fieles a la etimología, symbállein o symbállesthai, es un proceso complejo que significa re-unir las realidades diferentes, congregarlas, y hacer converger diversas fuerzas en un haz. (Leonardo Boff, 2000; págs., 11-12).  Además, es menester decir que en torno a lo simbólico ha estado históricamente asociado lo trascendente, lo cual también es pertinente destacar en este caso. 

Ahora bien, las dimensiones que convergen en torno al símbolo Leonidas Proaño son radicales e interrelacionadas entre sí; las teorías políticas marxistas, la Educación Popular Latinoamericana y la Teología de la Liberación.  A cerca de la primera dimensión, su lucha giró de manera explícita en torno a la reivindicación de los derechos de los indígenas, como la organización política de sus comunidades y de su propia legislación, además en torno a su apoyo a la reforma agraria, incluso en terrenos de la misma Iglesia, y sobre todo en  torno a las denuncias constantes frente a las injusticias económicas y sociales de las que los empobrecidos eran víctimas.  La segunda dimensión se asienta en su propuesta pedagógica radical, la misma que tiene dos escalones, los trabajos de Educación Popular en boga en esos momentos en América Latina, y su aporte propio en torno a la interculturalidad.  Síntesis de este punto anterior fueron las Escuelas Radiofónicas Populares, las mismas que tenían su sistematización y que posteriormente se extendieron a otras comunidades indígenas fuera de la provincia del Chimborazo, y que fueron también bandera de lucha política para devolverle su voz al pueblo indígena.  La tercera dimensión, la de la Teología de la Liberación, es también compleja, pues no solamente detectamos influjos de ésta en Leonidas, sino que con mucha fuerza, percibimos también el aporte de él en ella, ya que como miembro del Consejo Episcopal Latinoamericano fue el alma de la conferencia de Medellín, documento esencial para el análisis posterior de la Teología de Latinoamericana más radical.

Finalmente podríamos decir que Leonidas, como un verdadero símbolo, es significante para nuestra realidad actual, y en concordancia con las tradiciones radicales que convergen en torno a él, sigue cuestionándonos hoy, he ahí su trascendencia.  Por lo tanto, este símbolo hoy nos interpela políticamente como país, más allá de apasionamientos, invitándonos a pensar si las prácticas extractivistas-neoliberales y de muerte, con toda su carga depredadora, pueden ser en verdad medios capaces de generar solidaridad, justicia, y “Buen Vivir”, cuando pasan por sobre la vida de las comunidades en aislamiento voluntario.  Además nos cuestiona en el tema educativo, el cual indiscutiblemente tiene ciertas mejorías, pero en el que permanecen la exclusión, y el aislamiento de los saberes ancestrales y por lo tanto de las comunidades poseedoras de los mismos.  La legislación actual, LOEI, es intercultural en nomenclatura, pero en la práctica siguen siendo los grupos de las minorías étnicas los únicos que respetan y valoran los conocimientos de las otras culturas, mientras su aporte no está presente en ninguna de las destrezas con criterio de desempeño presentadas a los estudiantes, entre otros ámbitos, se siguen evidenciando procesos de homogenización cultural a través de la imposición de los libros del gobierno, que son uniformes para todos los contextos.  Finalmente nos siguen retumbando las palabras de Proaño a quienes nos identificamos con Jesús Liberador, pues seguimos creyendo que “la Iglesia debe estar del lado del pueblo, ya no más del lado de quienes han oprimido al pueblo, han contribuido a que este hombre  sea disminuido en su ser de hombre…” (Grabación, Monseñor Proaño, un Obrero de Paz)

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