domingo, 10 de marzo de 2013

Pedagogía crítica en Ecuador

   Después de leer y re-leer, descubro cada día como Sócrates que solo sé que nada sé.  Aunque esto puede sonar a una proclama de humildad, también lo digo con cierto orgullo:  "Yo por lo menos sé que nada sé, cuando el resto de la gente ni siquiera sabe que no sabe nada."  Las redes macroeconómicas tienen funcionamientos ínter-retro-relacionados, que afectan a todo el globo, mientras un grupo mucho más pequeño en número, pero con pretensiones de validez planetarias, buscamos entender los procesos para  resistir antes ellos y ser capaces de proponer alternativas diferentes pero reales.

   Por muchos años nos han dicho, casi mitológicamente, que la educación es la principal herramienta para transformar el país y salir del subdesarrollo.  Ahora sabemos que no es así, por muchas razones.  La primera es que la educación, así en abstracto, no existe.  Habría que preguntarnos a qué tipo de educación nos estamos refiriendo.  Y la segunda es que los sistemas de educación formal solo son una parte pequeña de los aprendizajes significativos de las nuevas y antiguas generaciones.  La educación escolar puede decir y ejecutar planes maravillosos, pero si la sociedad bombardea por medio de los mass media y la familia otro montón de perversidades, los resultados serán otros.  No es un búnker la escuela, está integrada completamente a la construcción de ciudadanía y del planeta.  Está dirigida y ejecutada por personas que forman parte de él.
    De ninguna manera la educación tradicional, bancaria, es una herramienta transformadora.  Sí es una herramienta, pero para reproducir las estructuras hegemónicas y mantener las jerarquías sociales, religiosas y económicas tal y como están, es decir, de acuerdo a la conveniencia de los que se encuentran arriba.  Para mantener este tipo de educación se invoca al dios eurocéntrico, a la axiología conservadora, y se sugieren todo tipo de formas veterotestamentarias para adiestrar a las nuevas generaciones, quienes en su gran mayoría, se resisten ante ellas y encuentran siempre estrategias para sublevarse ante el poder, incluso aparentando superficialmente aceptar las normas que en nada les llegan, ni les forman.  

    Claro está que unos pocos sí se apegaron a los valores tradicionales de verdad, alienándose, y convenciéndose que esa es la manera correcta de vivir y hacia donde todos deberíamos caminar.  En resumen, estos pocos han aprendido a trabajar más, para ganar más, e hipotéticamente así salir de la pobreza y acercarse a ser como los ricos.  Probablemente estos pocos sean los que accedieron a las escasísimas gerencias disponibles solo para los que estuvieron dispuestos a ganarse el puesto, aguantándose todo tipo de normas y malos tratos, para no ser más que un objeto -de lujo- de la gran maquinaria global-depredadora.

     Al sistema le sirve esta gente, porque son la muestra de lo que "tú podrías llegar a ser si aprendes a obedecerle", "si no te metes a denunciar lo que no te importa y vives tú vida".  De esta manera mantienen el poder mediante la ideología alienante de la obediencia a los superiores.  Donde es mejor quedarse callado si quieres mantener al menos el puesto que tienes y mucho más si quieres escalar y superarte en la vida.  

     Pero también le sirven al sistema los que aparentemente no se acoplan a él y no aceptan ningún tipo de normas.   Les toca resignarse a ser mal ejemplo para las generaciones más jóvenes, conformándose a ser siempre mediocres, poniéndose máscaras de obediencia durante todo el  sistema escolar sin aprender ni siquiera a obedecer, pero tampoco el por qué de su no obedecer.  No se dan cuenta del por qué de su intrínseco rechazo humano a la alienación a la obediencia ciega de las normas, y eso es justamente porque ya están alienados por el macro-consumo global, porque sin serlo, se creen parte de las élites que pueden hacer lo que les de la gana sin consecuencia alguna, como la tv o los medios de comunicación presentan a los artistas en sus super autos, llenos de dinero, repletos de estupefacientes,  de problemas de violencia, y sin ninguna consecuencia negativa.  

     La verdad en el presente y en el futuro para los que no cumplen ninguna norma y no tienen ningún por qué para vivir no es esa.  Los ciudadanos comunes y corrientes que se extralimitan en gozos y rupturas de las normas sufren consecuencias funestas, serán siempre esclavos del sistema, pues tarde o temprano les tocará "asentar cabeza" y finalmente aprender a obedecer, resignándose a hacer las tareas que los de arriba no las quieren hacer, por salarios de miseria, o a ser visitantes frecuentes de las prisiones del estado y de sus fronteras.


    Las maestras y maestros somos los amortiguadores que soportamos el peso de todos estos avatares y sacudones sociales.  Por un lado nos aplasta la presión de lo que vemos: el sistema tradicional NO VA MÁS entre nuestros chicos, que mientras más intentamos imponerlo más rechazo recibimos; en cambio por el otro lado de la presión, recibimos el peso de lo que la sociedad exige de nosotros: que sembremos valores, es decir, los tradicionales, que les enseñemos a los chicos lo que les va a servir para salir de la pobreza, etc.  Pero esto no es todo.  También sufrimos las tensiones entre lo que quisiéramos hacer de acuerdo a las realidades muchas veces tristes de nuestros amados estudiantes, y lo que los planes del currículum supuestamente crítico nos exige.  Las tensiones entre lo que quisiéramos hacer extra clase por los problemas de los jóvenes y las jóvenes y las interminables horas de clase que nos ponen encima.  La creatividad que queremos emplear para mediar contenidos y destrezas y las dificultades y obligaciones sociales a las que nos recluyen salarios tan míseros.

   La paradoja de ser maestro es tenaz, puesto que supuestamente somos los encargados de lo más importante de la sociedad, pero no nos dan pragmáticamente esa importancia. Nuestras facultades de educación son poco serias, la gente que aspira a ellas no aspira a ellas, a veces no les queda otra opción, no nos enseñan a entender los problemas críticamente, y en el contexto, mucho menos con rigor científico, nos enseñan a cortar fomix para sostener didácticamente lo que epistemológicamente es insostenible.  Los sueldos son tan malos que contrarios a nuestros principios y necesidades humanas, tenemos que trabajar extralimitadamente con el tiempo tan escaso que solo nos resta adiestrar a nuestros estudiantes para que no nos molesten mucho.

     Los maestros deberíamos ser intelectuales siguiendo a Giroux, es decir científicos de la educación con todas las bases epistemológicas sociales, culturales y diría yo, hasta espirituales para ello; pensar el proceso educativo social más allá del modelo global capitalista.  Ahí sí hablamos de pedagogía crítica. Pero, ¿contamos con los recursos reales para eso? No estamos exigiendo que se cambie todo de la noche a la mañana, ni que primero haya las condiciones necesarias para poder ejecutarlas nosotros.

      Creemos que es un proceso del día a día, de todos, para que el país sea de todos, pero creemos que el primer paso es analizar críticamente la realidad, con procesos democráticos de indagación y de construcción.  Saber cada agente del proceso educativo en qué terreno pisamos, para construir juntos, democráticamente las estrategias críticas para caminar por rutas alternativas. Pensar la educación con fines democráticos, e incluso hablar a cerca de la democracia, como diría Apple, no garantiza que el proceso sea democrático, puede seguir siendo jerárquico y perderse del enriquecimiento de los diferentes, de los saberes ancestrales, de la sabiduría de la gente de verdad. En definitiva, los maestros pedimos ser parte, junto a muchos otros sujetos, de la construcción de caminos educativos con instrumentos y formas democráticas, en condiciones de igualdad y de dignidad, solo así podemos seguir avanzando patria.

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