jueves, 4 de abril de 2013

¿Las cosas son buenas porque nos gustan o nos gustan porque son buenas?


Generalmente creemos saber lo que nos gusta, y con el tiempo pensamos que eso es bueno y aceptable.  Por otro lado, otros muchos dirán que lo bueno es lo que les gusta, precisamente debido a su bondad. Como vemos muchas cosas son subjetivas, ya que todo puede variar de las perspectivas y la visión de las personas, en la cuales influyen muchas factores sociales, culturales e incluso psicológicos.
Si bien desde pequeños nos dan una idea de lo bueno desde la perspectiva moral,  acostumbrándonos a que esa visión contextual es la única visión posible, mas existen tantas costumbre como contextos culturales, los cuales depende de la religión, de su historia, de su idioma, etc. Después de todo, en nuestros mismos contextos culturales, hace un tiempo atrás se consideraban a los libros, al arte y a lo que hoy conocemos como ciencia, como aspectos malos y perversos.  En otros contextos se pensaba en la superioridad de rasas, cuando ya sabemos el día de hoy que una sola raza es la que existe, la humana, más allá de nuestras características étnicas, y lógicas diferentes.
Si percibimos que las realidades son relativas, y que esta cualidad considera que nada es absoluto, sino que depende de infinidad de factores, elementos y circunstancias específicas, entonces todo esto nos hace pensar que nada es absolutamente bondadoso o maligno, entonces ¿Cuál es el parámetro universal que define y diferencia lo bueno y lo malo?
Para no quedarnos en el mar posmoderno de lo efímero, líquido y relativo, que lo único que genera es una subjetividad individualista, tendiente al egoísmo y a la alienación de nuestra intrínseca cualidad humana-ontológica de ser para los otros y junto a los otros (alteridad) debemos asentarnos en teorías filosóficas de construcción como las de la filosofía latinoamericana de Dussel, Bolivar Echeverría, Yamandú Acosta, Boaventura de Sousa y otros.  Los cuales parten desde un paradigma de la inter-subjetividad o también llamado, de la ética mínima por parte de Adela Cortina.  Es decir, del reconocimiento del sujeto existente en el reconocimiento objetivo del otro sujeto, con lo cual afirmamos el valor de diálogo y el conceso en cada contexto.  Donde la estética y la ética no tienen parámetros universales, sino pretensiones de validez propias de cada universo en el que se crean los consensos y los acuerdos mínimos que valoran nuestras diferencias (subjetividad) pero respetando los límites y fomentando la cooperación y asociación (objetividad) intrínsecamente humanas.

            Por lo tanto, superando el dilema abstracto de si nos gusta por su bondad, y si lo consideramos bondadoso por nuestro gusto subjetivo, podemos decir que estamos llamados en la praxis a reconocernos sujetos con gustos y deseos, entre otras cosas, pero en una realidad de inter-retro-relacionalidad con otros sujetos también con gustos y deseos.   Donde no buscamos establecer parámetros universales u objetivos, que ya no existen, sino donde buscamos al menos ser sujetos que aprenden y nutren la relacionalidad con el universo infinito de diversos sujetos.  Como el aporte de la filosofía andina en la teorización del maestro Josef Estermann, que nos dice que lo estético (lo que nos gusta), y lo ético (lo que nos parece bueno) es un proceso cósmico ritual de celebración de la relacionalidad, pues para el sujeto andino (runa y warmi) el ser solo es con y para los demás, al celebrar la creación de la nueva vida, capaz de respetar la vida ya existente y experimentada (yachayniyoq).


No hay comentarios:

Publicar un comentario