sábado, 3 de septiembre de 2011

Sociedad en riesgo, globalización y juventud


FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
 
                En el presente ensayo tratamos de detallar algunos puntos importantes de la reflexión a cerca de nuestra sociedad en riesgo, globalización y juventud, pero con un cierto orden, que permita entender por lo menos una cierta secuencia del complejo análisis.  En primer lugar mencionamos la paradoja mediante la cual se presenta; por un lado la juvenilización de la sociedad que dificulta adjudicar algunas características a los llamados jóvenes con el fin de identificarlos; y por otro la heterogeneidad y diferencia entre el rango de edad denominado con anterioridad como de los jóvenes.  No se trata únicamente de que los jóvenes de hoy son diferentes entre sí, sino que también lo son con los jóvenes anteriores, lo cual es el segundo punto de reflexión.  Luego, profundizando en esta idea, creemos que no solo significa esto una despolitización de los jóvenes actuales, sino incluso una desinstitucionalización y falta de formalidad de los mismos.  Lo cual a primera vista no es del todo negativo, sino hasta que vemos la necesidad de asentar las pretensiones y las causas en modificaciones estructurales y sociales concretas.  Finalmente presentamos como propuesta la generación simbólica de sentido a través del equilibrio entre identidad y alteridad.  Lo cual permite ser discurso y símbolo de resistencia contra la pérdida del sentido, que en el fondo es expresión del mercado y sus instituciones de deshumanización.
               
La coexistencia de diferencias internas hace de
la juventud una situación de intercambios más que un
espacio de referencias y visiones generacionales claramente
discernibles, como lo fuera en décadas anteriores.
(Nestor García Canclini)

Es bastante difícil el día de hoy definir el universo jóvenes por muchas razones.  Una de ellas se refiere a la dispersión de los rasgos de la condición juvenil.  Como etáreamente no podemos definir la categoría jóvenes, se podría creer que la solución es buscar otro tipo de rasgos que aglutinados nos permitan identificar al universo jóvenes, por las características que les son comunes.  Ahora bien, esto no es posible, debido a que la gran mayoría de estas características de sociabilización como el vestido, la música, el baile, el consumo en general, están presentes desde aquellos que tienen 12, así como en los que tienen 60.  Podríamos decir con lo anterior desarrollado, que es entonces una característica de la sociedad, la juvenilización de la misma.  Y esto no es muy difícil de darnos cuenta, pues el modelo, planteado por el mercado, de ser humano exitoso es el de joven.   Paradójicamente, junto con la juvenilización de la sociedad podemos encontrar una increíble heterogeneidad de expresiones culturales entre aquellos que anteriormente eran considerados jóvenes de acuerdo a su edad, y que ciertamente difieren en mucho de lo que “antes eran los jóvenes”.[1]

"Desgraciados los pueblos donde la juventud
no haga temblar al tirano."
(Juan Montalvo)

                Para algunos soñadores y constructores de utopías en América Latina no nos queda más que la nostalgia al mirar lo que el mercado y el capital han hecho con las juventudes actuales, las cuales difieren demasiado de los jóvenes de generaciones pasadas.  El mercado ha creado una paradoja esquizofrénica, en la cual, los jóvenes son aquellos bombardeados por el consumismo, hacia ellos se dirigen y se hacen los mejores y más interesantes productos día a día.  Todo vence pronto, y pasa de moda, por lo tanto están instigados a estar al día, sin tener la posibilidad de detenerse a pensar en medio de la vorágine del consumo.  Pero como contraparte son los jóvenes también quienes tienen la menor probabilidad de formar parte del mercado laboral, sobre todo en las clases populares y medias.  Con todo esto encima podríamos decir que se encuentran casi que forzados a priorizar otros valores distintos de los tradicionalmente atribuidos a los jóvenes.  Sin tener un estrato sobre el cual mantener por lo menos por un tiempo, deben buscar literalmente todas la                s formas posibles para ganarse la vida.  No podemos exigir las mismas pretensiones altruistas cuando las preocupaciones a cerca de la sobrevivencia ni siquiera encuentran un poco de luz. 
“… aún los jóvenes que manifiestan cierto interés
 que podría interpretarse como político
 aludían a causas más que a organizaciones.”
(Rossana Reguillo)

Describir  a los jóvenes como a-políticos es hoy un eufemismo, cuando vemos que se trata más bien de desinstitucionalización.  Con la caída de las metainstituciones causa el alejamiento y la desconfianza hacia las instituciones.  Ciertamente ha crecido entre los jóvenes el interés y la sensibilidad por las causas “nobles” como: la ecología, la equidad de género, entre otras.  Pero el hecho de no asentar los pies en la tierra, en un lugar específico, desde el cual luchar en y por la realidad, no permite que las iniciativas generen condiciones de trasformaciones estructurales en la organización social.  Ahí no encontramos vinculación alguna, que sea capaz de dar sentido imaginario simbólico a la realidad.  Lo cual repercute en la aceptación veloz y estruendosa de tendencias del mercado y el capital, incluso contrarias a las causas por las que supuestamente se lucha.  He ahí el objetivo del mercado de gobernar sin ser ni ella misma una metainstitución.

“…la propia velocidad va cada vez más rápido…”
(E. Morin)

La sociedad marcha al ritmo del zapping de la tecnología, y aquí vamos a seguir a Guy Debord, cuando nos dice que los hombres se parecen más a su época que a sus padres.  Pues en el torbellino de luces, imágenes, luces, sonidos “extremoduros” y velocidades es posible presentar esta realidad como adicciones, y no solo juveniles.  Son adicciones porque se relacionan especialmente con las drogas fuertes, ya que inestabilizan y alteran a la persona, mientras que lo separan al drogadicto del otro, y le hacen vivir una experiencia que probablemente le llevará a la muerte.  Es preferible refugiarse en los cambios constantes, que aceptar el sin sentido de la falta de símbolos mínimos  unificadores. Es en este sentido que tienen cabida las llamadas drogas suaves, las cuales, producen mediante su consumo el encuentro con los otros.  Es posible encontrar ciertos niveles de ritualidad que apuntarían a crear o recrear espacios de sociabilización.  Talvez podríamos hablar en este caso de drogas identificatorias.  Cumplen la función de que el joven sea identificable y se sienta perteneciente a un determinado grupo juvenil.  En todo caso la ausencia  de mediación simbólica conlleva a tener que inventarse a través del consumo de droga o alcohol la relación con el otro.

“El Ecuador es un país bloqueado,
Fragmentado y excluyente.  En el caso
de Guayaquil no se puede hablar
de una ciudad que sabe tejer una trama
de sociedad horizontal.”
(Mauro Cerbino)

No queremos decir que la solución es regresar a los totalitarismos de antes, pero sí queremos decir que nos hace falta crear sentido, al menos contextualmente.  Recurrir al equilibrio dialéctico entre identidad y alteridad.  Nos hace falta ir al encuentro del otro, para reconocerlo como tal.  Mirarlo a lo lejos probablemente nos haga reforzar los prejuicios, incluso convivir sin el encuentro y el reconocimiento de las diferencias, solo aumentará los odios de clase.  El cuerpo es el lugar de enunciación juvenil, a través del cual se protesta, contra la realidad que está siendo, y se pone cierta resistencia.  Pero indudablemente nos hace falta la palabra, creadora de sentido mayor, a través del diálogo, los acuerdos y consensos generadores de sentido, de lucha y de metanoia[2] social.  Solo a través del equilibrio en la dialéctica identidad y alteridad se evitan los signos de violencia.[3]



[1] Cfr., García Canclini, Nestor, Entrevista, La Juventud extraviada,
[2] Metanoia: término teológico, de las primeras comunidades cristianas, que significa transformación, o cambio completo de mentalidad.
[3] Cfr., Cerbino, Mauro, De malestares en la cultura, adicciones y jóvenes, Grupo cultura y sicoanálisis, Guayaquil, pág 60.

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